Diario de viaje: una argentina en Mallorca

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Nombre: albertiyele
Ubicación: Palma de Mallorca, Illes Balears, Spain

27 febrero 2018

Hay algo en el aire, acá y allá.


 Desde las ventanas de la casa de mamá.


 El Río de la Plata, un estuario marrón que nos da límite.


 La casa de mis padres. Mi casa.


 Havanna en Ezeiza: estoy en Buenos Aires.


La casa de mi hermana, que es mi primer lazo con la ciudad. 


Algo hay en mi modo de extender la mano, en mi manera de moverme o de mirar, que hace que la chica que me recibe el pasaporte español en Migraciones cuando llego a Buenos Aires se sonría de costado cuando ve las tapas moradas del documento que dice que soy española.

¿Española?, me dice. Yo también sonrío cuando le digo "sí". Me hace poner el dedo, poner la cara para acá o para allá, me devuelve el pasaporte. "Bienvenida a tu tierra", me saluda antes de que termine de irme de la ventanilla.

Y yo respiro, busco las valijas en la cinta, las cargo como puedo en el carrito, con el brazo izquierdo todavía ligeramente dolorido; hago la cola del control de Aduanas (somos un puerto, un puerto, un puerto), y salgo a mi tierra. Hablan como yo, se mueven como yo. En el término de doce horas he dejado de ser una extranjera.

Pero cuando vuelva me pasará lo mismo. Cuando desde el avión divise esa especie de rompecabezas de sembrados y pueblitos y tierra parda de España también sentiré que he llegado a casa, como cuando veo allá abajo el estupor marrón del Río de la Plata y la extensión interminable de cuadriculado perfecto de Buenos Aires.

Ya tengo amigos queridos de los dos lados, lazos que me unen a los dos lados. Quizás ya no sea extranjera ni acá ni allá. Quizás ya me hayan adoptado acá y allá. Me costó mucho.

17 febrero 2018

El Molinar





Nadie se acuerda, pero los últimos muertos de ETA, y las últimas bombas, fueron en esta isla. Este bar, el Enco, fue uno de los que quedó severamente dañado; como en otros tres, habían puesto las bombas en el baño de mujeres. No hay ni un acusado, ni un detenido. Todo olvidado.



El puerto de Es Portitxol, que marca el inicio del viejo barrio de El Molinar.







Al amanecer, y tomada por Miguel Ángel en esos paseos de horas indecentes que le gustaban tanto.


No siempre hay sol y cielo azul y mar sereno. También tenemos esto.



El barrio del Molinar y sus dos pequeños puertos son probablemente lo más caro de Palma. Pero conviven en él, todavía, familias que han vivido allí siempre, casi siempre matrimonios mayores que ya viven solos, y extranjeros ricos que van comprando y reciclando lo que se va vendiendo. No siempre fue así. Y además hasta hace muy poco no fue así.

A los vendedores de las inmobiliarias les gusta decir que era un barrio de pescadores, pero no parece ser esa la verdad. Vivía allí simplemente el que no podía vivir en otro lado. Hasta que hicieron el paseo sobre el mar, en los días de tempestades invernales el mar se les metía en las casas, no tenían casi ningún servicio público. La comprobación es sencilla: todas las casas de la primera línea conservan un pequeño muro de defensa, y una especie de patiecito delantero que llenaban con bolsas de arena tratando de evitar la catástrofe. Era un barrio obrero, de gente que trabajaba en las antiguas fábricas de gas y de electricidad. Pescadores de oficio, que vivieran de eso, había pocos. Y fue pensando en ellos que se hizo, en 1928, el puerto de Es Portitxol. Unos diez años antes, en 1917, se construyó el de El Molinar o Puerto de Levante, el primero para barcos de recreo de toda la isla.

Molinos de harina (más de treinta llegó a haber; el barrio les debe el nombre, y quedan sólo dos, sin aspas, casi anecdóticos, decorativos), campos productivos (y algo todavía queda, hasta con vacas), fábricas, y gente pobre, muy pobre. Hacia 1936 el barrio estaba considerado como un reducto comunista, y hay una historia triste y famosa de cuatro chicas muy jóvenes fusiladas: "las rojas del Molinar".

http://www.diariodemallorca.es/palma/2017/01/05/historia-viva-rojas-molinar/1178595.html
De todo aquello queda muy poco. Apenas rastros en la memoria de los mayores, que recuerdan todavía que vivir en El Molinar era hasta vergonzante. Las cosas cambian. Deberíamos tenerlo más presente. Nada es eterno.

La fila de molinos sobre la costa.


El barrio a comienzos del siglo XX.

Dulce paréntesis



El nuevo escaparate del Forn Fondo.



Las típicas cajas octogonales de ensaimadas, que son como un emblema de la isla.




Parecen aceitunas, pero son almendras con chocolate.

Y parecen piedritas, pero también son de chocolate.


Después les seguiré contando y mostrando otros barrios de Palma, pero hoy vi el nuevo escaparate del Forn Fondo y no pude resistir la tentación. Está en la esquina de enfrente de la Plaza del Mercat; muy cerca de la Plaza de las tortugas, del Bar Bosch, de la Fundación La Caixa, del Teatro Principal (el pequeño y precioso teatro lírico de Palma). Cuando vengan, no se la pierdan.

12 febrero 2018

Un poco de Palma: Es Baluard

 Desde la muralla, la Seu, los techos y el mar.



 El barrio de la Lonja, el primero en el que viví cuando ya no estaba allá (ni todavía acá; cuando no podía estar en ningún lado), con el campanario de la Iglesia de la Santa Creu. Sus campanas fueron las primeras que oí en Palma.



 El bosque y el castillo de Bellver, con sus torrecitas, vigilando la bahía.



 La intervención de la recuperación del antiguo Baluard y un paño de muralla que se salvó de la demolición.



 Esculturas contemporáneas en las terrazas. "La luna como luz movediza", de Jorge Oteiza.



"Cabeza", de Rafael Canogar.



 El bou de Calatrava, que nos costó carísimo y no le gusta a casi nadie. A mí sí. Sus formas geométricas, cúbicas, combinan bien con el campanario triangular de la Santa Creu, y es como una avanzada sobre el puerto. Me gusta.



 Un fragmento de muralla original y otra escultura: "Carpe diem II", de Eugenio López. (un día algún artista contemporáneo me va a explicar cómo nombran sus obras. Me intriga... Carpe diem, y encima II (???!!!!)



 Y las palmeras.



 Y ese puesto de vigilancia, tan parecido a los de Cádiz o el Caribe.



 La casita al revés de la Plaza de Santa Catalina , por donde se entra a Es Baluard. Poca gente lo recuerda, pero "la casita" es obra del escultor estadounidense Dennis Oppenheim ( https://elpais.com/diario/2011/01/26/necrologicas/1295996401_850215.html ), y tiene dos réplicas: una anterior, en Venecia, y otra posterior en Vancouver. Y no es esta  (que por cierto tiene también su nombrecito: "Device to Root out Evil") la única obra del autor en España: hay un "Jardín de crital" en Navalcarnero, y un "Stage Set for a Film" en el Paseo Zorrilla de Valladolid (http://artevalladolid.blogspot.com.es/2012/02/decorado-para-una-pelicula-1998-dennis.html?m=1 )



Y recuerdos. Palma se me va habitando con memoria.

En el plano antiguo, ahí está Es Baluard de Sant Pere, separando el barrio de Santa Catalina del casco histórico, y con el mar golpeando la muralla (como fue hasta los años 60 del siglo XX)


   Formó parte de la arquitectura defensiva de la ciudad, ya que tenía la función de vigilar la bahía, y dar aviso y proteger de la llegada de invasores. La invasión, el peligro que venía siempre del mar, determinó la ciudad y la isla entera. Sigue siendo visible en los modos de edificar; en los lugares en los que se emplazaba, y se emplaza, la vida cotidiana de los nativos, y en los que no; en el diseño laberíntico de las calles, y en el carácter (también un poco laberíntico, del que hay que aprender a conocer las claves, y respetarlas) de la población.

   No hay demasiados datos, pero se supone que la construcción original es del siglo XIV y estuvo a cargo de un arquitecto italiano. Lo cierto es que se recuperó y se amplió para convertirse en Museo de arte contemporáneo hace muy poco, en 2004, y creo que mucho mejor que su colección y sus actividades (que se conocen poco; un problema de la isla es que todo se difunde poco) es esa recuperación y esa intervención en un espacio de enorme valor en el paisaje urbano. Es el final del Paseo Mallorca, y está bordeado de un lado por el tejido tupido de la ciudad antigua, y por otro por la Riera, que llega al mar después de haber atravesado toda la ciudad.

   No sé si Palma será mi destino final (porque nunca se sabe; porque ya aprendí que la vida da muchas más vueltas de las que esperamos), pero si me toca partir, Es Baluard será uno de los lugares que extrañaré (y que extrañará Manolito, que le encanta que lo suba a la muralla y pasear por ahí oteando el horizonte (y ladrando, claro que sí, ladrando))

Como dato "turístico": siempre funcionó allí un restaurante, pero era horrible. Desde hace unos tres años eso cambió. El restaurante y sobre todo el bar de copas y café de la terraza, que tiene unas vistas espectaculares, es un lugar de moda que se llena de gente de medio mundo, que en verano tiene noches de música en vivo, y que visita hasta la mismísima reina Letizia (oooooohhhhhh) en sus escasos (cada vez más notoriamente escasos) días de estío en Palma. Es un poco caro, apenas más caro que otros en realidad, pero el lugar vale la pena.  A mí me gusta sentarme al sol del invierno a leer, y tomo siempre un café, pero podría también sentarme en la parte pública de la terraza y no gastar ni un euro. Así que ya saben, para cuando visiten Palma.
http://www.esbaluard.org