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Nombre: albertiyele
Ubicación: Palma de Mallorca, Illes Balears, Spain

06 mayo 2010

Vino vio y partió

Como ya tengo edad suficiente como para pasarme por el forro lo que opine nadie sobre mí, entre otras cosas porque ya tengo bastante con lo que yo misma opino sobre mí, hablaré de la última visita que tuvimos en casa y que yo misma alenté, promoví, removí cielo y tierra para que ocurriera, y que me dejó un sabor amargo, muy amargo. ¿Se acuerdan de aquel "y el portazo sonó como un signo de interrogación"? Bueno: así.
Le compré el pasaje, contra viento y marea familiar, incluido quien más interesado debía estar en que viniera. Conseguí hacer coincidir su viaje con el de unos amigos, para que viajara acompañada; y convencí a mi hermana para que la acompañara al aeropuerto, porque sus vecinos, sus amigos, sus queridídimos sobrinos, todos son buenísimos, mejores imposibles, pero el poncho no aparece. Preparé la casa lo mejor que pude y supe para recibirla, incluyendo meter malamante buena parte de mi ropa en cajas y deshacerme de este lugar al que le voy tomando tanto cariño y que tanto me costó tener: mi escritorio. La invité a recorrer los lugares más lindos de la isla, de mostrarle lo que con absoluta buena fe creí que le iba a encantar: bosques de pinos, genistas en flor, canteros interminables de margaritas silvestres, playas que en esta época son la imagen misma del paraíso; la ciudad antigua y sus rincones de piedra y siglo, todo, absolutamente todo lo que creí que la haría feliz.
Todo lo miró con cara de indiferencia glacial; lo más que conseguí sacarle fue "casas más, casas menos, igualito a mi Santiago", o el todavía más demoledor: esto se parece al río de Quilmes. No hubo nada, NADA, que le mereciera un sorpresivo júbilo: lo que no era muy caro era muy viejo, o muy incomprensible. Como para rematarme el comentario de nuestra casa palmesana me contó una publicidad de un limpiavidirios que se ve estos días en Buenos Aires: un perro blanco que detrás de un vidrio parece un dálmata. Hasta la tele, que nunca miró, igual le pareció una porquería (cosa que no le ocurre con Crónica TV y la "señora" de Héctor Ricardo García, o Jacobo Winograd o como se escriba, o el mismísimo Cacho Castaña, que le parece muchísimo más valioso que Frank Sinatra). Se llevó regalos que compré para ella y otros que no compré para ella pero que se llevó de todos modos porque le gustaron y se los di, aunque ahora no creo que hayan sido para ella. Se llevó, emulando a Robin Hood, regalos que les habían hechos a los chicos, pero que a ella le parecieron muy convenientes para otros nietos que, pobrecitos, tienen menos que estos nietos. Y se llevó también montones de regalos para todos los que, según su versión, hicieron posible que ella viniera. Ninguno de esos era yo, por supuesto. Ella pudo venir por sus vecinas, por sus amigas, y sobre todo por su nuera, la abnegada, y su hijo querido. Ni mi Bibi ni yo tuvimos nada que ver con este viaje, que fue un favor que ella nos concedió, casi una limosna, con muchísimo esfuerzo de todos, menos de nosotros, que a nosotros nada nos cuesta nada; nosotros nos ganamos todo en la lotería.
La llevé de vuelta en un viaje que para mí tenía las connotaciones más tristes; y ya las dos en Buenos Aires la visité una tarde en la que me maltrató en público de una manera que verdaderamente no me merezco.
Ayer por fin, cuando ya me volvía, me llamó para agradecerme en privado lo que me tendría que haber no agradecido pero al menos sí comentarme en público: que pasó 40 días buenos en casa. No me compensó, la verdad, pero al menos me conformó.
Y me tengo que joder; una y mil veces me tengo que joder: el Bibi, que dice tan pocas palabras, se ve que dice las justas: yo te lo dije. Soy ya vieja; me están pasando cosas muy duras; pero sigo aprendiendo.
¿Querían que esciba? Ahí lo tienen. Lo que sí no puedo ni quiero es escibir mentiras.

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