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Nombre: albertiyele
Ubicación: Palma de Mallorca, Illes Balears, Spain

12 junio 2008

El viaje

El viaje en ferry no resultó nada cómodo. Hacía calor, en Palma amaneció un día soleado y el mar parecía y efectivamente estaba tranquilo. Definitivamente debe ser que a mí los viajes me ponen un poco ansiosa pero planeé dormir las cuatro horas y no encontré posición en unas butacas duras, medio desvencijadas, incordiosas. Lo único bueno del viaje es que el barco va bordeando toda la costa de Mallorca desde Palma hasta Andratx. Recién se separa de la costa para internarse mar adentro después de pasar la Dragonera, así que fuimos, como todos los pasajeros, admirando el paisaje y sorprendiéndonos del desastre que es capaz de hacer el hombre con su entorno cuando nadie le pone freno. La codicia humana evidentemente no tiene ningún límite y no se detiene por amor a la patria ni a la tierra ni a las generaciones futuras ni a nada de nada. Ver la costa de Calviá y de Andratx desde el mar da escalofríos. Allá íbamos nosotros, mudos de sorpresa y rodeados de turistas que exclamaban OOOOOOOOOHHHHHHHHHHH, AAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHH, ante cada vuelta de la costa y cada nueva perspectiva de esos verdaderos panales de construcción horrorosa, toda igual, cubriendo laderas enteras de montaña, abismos de acantilados, montes, llanos, todo, todo, todo. No han dejado ni un arbolito de muestra, nada de nada. Atrás de tanto desastre debe haber sin dudas una cadena de complicidades: políticos, constructores, amigos de amigos, y también indiferencia de ciudadanos que vieron hacer sin quejarse. Lo único que se salvó fue la Dragonera, y eso justamente porque los mallorquines montaron una manifestación multitudinaria cuando supieron que ya la tenían comprada y lista para hacer de ella una gigantesca urbanización. Menos mal. Ahora es prácticamente lo único que quedó de muestra de cómo debió haber sido la isla cuando llegó el buen Jaume, siempre tan homenajeado.
No sé cómo se las arregla esta isla para seguir siendo bella a pesar de tanto palo y palo, de tanto afán de ganar dinero a cualquier precio, destruyendo lo que haga falta. Pasado el mediodía empezamos a divisar la otra costa, la peninsular, y en menos que un gallo canta, el otro mundo: Barcelona, Barcelona.

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