Diario de viaje: una argentina en Mallorca

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Nombre: albertiyele
Ubicación: Palma de Mallorca, Illes Balears, Spain

28 febrero 2008

Manifiesto

Los diarios de hoy dan cuenta de un manifiesto que han redactado y firmado un centenar de catedráticos de universidades de toda España. Como suscribo absolutamente, aquí se los pego. Me alegra empezar a escuchar voces que ponen el asunto en negro sobre blanco. Ahí va el manifiesto:

" La población que ha inmigrado en España en las últimas décadas lo ha hecho atendiendo, entre otras razones, a la fuerte demanda de mano de obra que nuestro mercado laboral ha planteado. Su inserción laboral ha corregido determinados desajustes y carencias que se producían en este mercado, y con ello ha permitido el mantenimiento de unos índices de crecimiento económico que han sido los mayores de nuestra historia reciente. Las aportaciones de la inmigración van mucho más allá de las económicas, pero éstas han de ser hoy afirmadas con claridad a la luz del debate que se está produciendo.
Esta inmigración ha sido recibida con unas políticas restrictivas que respondían a la idea de que aquí no necesitábamos inmigrantes, las mismas que rigen en toda Europa desde hace tres décadas. El resultado ha sido que la mayor parte de las personas no comunitarias establecidas en España no han podido inmigrar por un cauce legal y han pasado por largos períodos de situación administrativa irregular, períodos en los que han carecido de derechos y han sido fácilmente explotables en el terreno laboral. Nuestra sociedad no ha dado la bienvenida a unas personas de las que tanto beneficio ha sacado, y el trato que éstas han recibido no puede ser calificado de ningún modo como integrador.
Por otra parte, la ausencia de políticas de integración, que no aparecen en el ámbito del gobierno español hasta 2004, y la falta de adaptación de los servicios públicos al crecimiento demográfico que la inmigración ha supuesto (especialmente desde mediados de los noventa), han generado déficits de los que sólo las administraciones públicas son responsables. De tales déficits, las víctimas son tanto la población autóctona como la inmigrada.
Los planteamientos realizados en la presente campaña electoral por parte del PP, tales como el contrato de integración, la obligación de los inmigrantes a adaptarse a las costumbres españolas, o la vinculación entre inmigración y delincuencia, constituyen una nueva agresión contra unas personas que no han recibido un trato integrador y a las que se ha mantenido en situación de inferioridad de derechos en muchos aspectos. Tales propuestas culpabilizan a los inmigrantes de falta de integración y acentúan los prejuicios populares que también los culpabilizan de casi todos los males que afectan a nuestra sociedad: de las carencias de los servicios públicos, de los bajos salarios, de la delincuencia, etc.
La intencionalidad de estas propuestas responde a lo experimentado en los últimos 20 años en casi todos los países europeos: el mensaje xenófobo da votos. Muchos son los partidos conservadores que han ganado elecciones recurriendo a este mensaje. No importa el daño que se le hace a la sociedad, el quiebro que se produce en la cohesión social, los conflictos sociales que se incentivan. Todo vale para ganar las elecciones.
Quienes subscribimos este manifiesto queremos afirmar que no todo vale, y que quien recurre a incentivar la xenofobia para ganar unas elecciones debe pagar un precio por ello."

17 febrero 2008

La otra Mallorca

Aquí, en el paraíso, uno puede olvidarse fácilmente de que existe la vida real. Uno puede caer en la tentación, que siempre es tramposa, de pensar que Palma y no sólo Palma sino la isla entera, son lugares muy lindos para pasar unas vacaciones, pero que a la larga terminan aburriendo. Uno puede llegar a creer que esto se ha convertido a fuerza de explotar el turismo en algo así como un decorado, un paisaje pintado como un trompe d´oeil, muy bonito, pero al que le falta la gracia y el pulso de la vida. Todo está limpio, todo está ordenado, uno puede recorrer el centro entero de la ciudad sin descubrir un papel en el suelo, un pucho, un semáforo que no ande, una planta seca y muerta, un grupo de gente que desentone, que grite, que se ría a carcajadas; hasta a veces parece que las mesas y las sillas de los bares más lindos de Palma están demasiado en fila, acomodados de manera un poco artificial, como de maqueta de arquitecto. Algo así como la diferencia entre una casa real, donde vive la gente, y una casa de revista de decoración: preciosa, pero sin alma.
Para encontrar el alma de esta isla, la vida que late, el pulso y el desorden de la vida real, hay que ir a los mercados. No a los supermercados, no. A esos mercados antiguos donde los puesteros ofrecen a gritos lo que venden, y las vecinas circulan con los carritos cargados de acelgas y rabanitos, y tocan las frutas y discuten el precio o el tamaño de las naranjas con el verdulero. Allí, en ese trajín de voces y de reclamos, de risas y de charlas de vecinas, de chicos que se escapan de la mano de su madre o lloran agarrados de sus polleras mientras ellas hacen cola para comprar pescado; en medio de los olores de las especies, de los jamones, del bacalao, de las frutas, de las carnes, en la mezcolanza y el desorden de los mercados, está la vida latiendo, desordenada, caótica, exuberante.
Hoy fuimos al mercado de Santa María, un pueblo precioso al costado del camino que une Palma con Inca. La cúpula azul de la iglesia de Santa María se divisa a lo lejos, rodeada de los techos de tejas, al pie de las sierras, y uno tiene la tentación de creer que ese pueblo es como de juguete. Pero entonces uno llega finalmente al pueblo, se baja del auto, empieza ya de lejos a escuchar ese runrun de multitudes, y de repente tiene enfrente la plaza del mercado, al aire libre, con cientos y cientos de puestos de todo lo que uno se pueda imaginar. Quesos de Mahón o de la Mancha, de oveja o de cabra o de vaca; curados o frescos, untuosos y suaves o fuertes y olorosos; panes de todos los cereales y todos los formatos, enteros o cortados en láminas finas, panes de campo, enormes, tentadores, o coquetísimas y doradas baguettes; jamones, y sobrasadas de porc negre, morcillas de Burgos, chorizos extremeños, butifarras catalanas, txistorras "para torrar", jamones de Praga, dulzones, perfumados; mieles de romero, o de azahar, o de menta, o de lavanda, con nueces, con almendras, líquidas y doradas, o compactas y aterciopeladas. Dulces y mermeladas de naranjas o de higos o de tomates; tomates de huerta, desprolijos, retorcidos, con olor y sabor de tomate; y tomatitos cherry en ramitos, o los perfumados "tomatigues de ramallet", tan mallorquines; tomates Raf, verdosos, cultivados en la vega de Almería. Mandarinas y mangos, y fresones murcianos, enormes, rojos; y melones de mil formas y plátanos canarios y cerezas chilenas; y puestos enteros de frutos secos, nueces y almendras de todas las maneras: enteras, con sólo la piel o sin ella, con miel o saladas, fritas o secas; higos secos y dátiles, avellanas, pistachos, castañas, maníes, que acá son cacahuetes. Zanahorias tiernas con sus hojas, acelgas y espinacas, lechugas, repollos, coliflores, cebollas moradas, los verdes y dulces calçots, y puerros y calabazas y chauchas finas o chatas y anchas. Y los puesteros voceando sus cosas, cambiando del mallorquín al castellano, mezclándolos, usando las lenguas que les pertenecen sin conflictos ni complejos, ofreciendo y pesando en esas balanzas viejas, que ya no quedan más que en esos mercados; y piropeando a la señora que elige mandarina por mandarina y discute y prueba un gajo jugoso. Y en el medio de ese exuberante desorden me pasa por al lado una madre joven consolando a su nena, que llora encaprichada con quién sabe qué cosa que no le han comprado: no llores, cariño, que si tú lo quieres, pa´tu cumpleaños "te se" compra. Y yo pienso que por un segundo me ha pasado al lado la vida, la luz y la fuerza colorida de la vida real, la que a veces no encuentro en las calles limpias y ordenadas y maquilladas de la coqueta Palma.

16 febrero 2008

Ses clases de català

¿Se dirá así? No me hagan mucho caso, porque cada vez más sospecho que eso que yo hablo creyéndome que es catalán es en realidad un pastiche infame que ni es catalán ni es ná. La cuestión es que la semana que acaba de terminar empecé otra vez las clases, y voy por el nivell B. Primera sorpresa: salvo una chica argentina que ya tuve de compañera en el nivell A, mi querida amiga Lala, que es castellana de Valladolid, y yo, el resto son todos mallorquines. ¿Que por qué van a tomar clases de la lengua que aprendieron desde que nacieron, la lengua que mamaron con la leche materna? Pues porque para trabajar en cualquier dependencia oficial, desde ser policía municipal hasta barrer en el Ayuntamiento, hay que tener aprobado el Nivell B de catalán. Y porque hace relativamente poco tiempo que tienen catalán en la escuela así que se supone que no lo saben ni leer ni escribir. La verdad es que yo en su lugar me dedicaría a leer aunque sea el diario y solucionaría el problema, pero ellos insisten en que les da muchísimo trabajo. Y así será, seguramente.
Para nosotras tres (una forastera y dos inmigrantes, que todo tiene sus categorías en el Paraíso) esto tiene sus ventajas y sus desventajas. Por un lado allí no se escucha ni una palabra en castellano, nadie lo habla; cualquiera de nuestros compañeros puede sacarnos cualquier duda porque todos saben todo. Por otro lado sentimos que molestamos bastante con nuestras preguntas de "que vol dir....?", sobre todo porque nos miran como miraría yo a uno que cada cinco minutos me estuviera preguntando qué quiere decir tal cosa o tal otra: un plomazo. En fin, veremos cuánto nos aguanta el cuerpo. Y veremos si con tanto compañero mallorquín consigo hacer progresos y dejar de hablar en este catalán de los arrabales porteños, que es lo que me sale hasta ahora.

14 febrero 2008

Poli descorchando champagne

Cuando yo era chica el 14 de febrero no era San Valentín. Al menos yo nunca me enteré de que fuera San Valentín. Ahora somos todos muy modernos, y la prosperidad nos trajo hasta santos nuevos. En fin. El 14 de febrero para mí es otra cosa. Es el cumpleaños de mi papá. Y es verano. Y es mi casa y mi esquina de fiesta, con el aire del mar entrando por las ventanas, y las bombas de pastelera y de chocolate y de sabayon, y los tocinitos del cielo y el brazo gitano de castañas de Monserrat, esa confitería marplatense a la que no puedo entrar sin conmoverme, por tantas razones de las que ya les contaré otra vez.

En este viaje que hice a Buenos Aires se vinieron conmigo una montaña de fotos; una valija entera llena de fotos que miré y miré y acomodé y ahora me acompañan y yo miro muchas veces. En una de esas fotos están mamá y papá cuando eran más jovenes que yo ahora, acá en Palma, en un viaje que hicieron con nosotras, con miunicahermana y conmigo.

Están los dos sentados en la terraza del Nixe Palace, el hotel en el que nos hospedamos y que sigue intacto, como si no le hubiera pasado el tiempo (en realidad estuvo casi 20 años cerrado y lo reciclaron: cuando lo vi casi me quedo sin aliento: está idéntico a como yo recordaba haberlo visto hace...40 años (guau!)). Mamá tiene puesto un vestido de seda oscura, un peinado muy años 60, un collar de perlas, un brillante enorme en el anular izquierdo, una cierta mirada distraída, como si estuviera allí pero pensando en otra cosa muy lejana; tiene una copa en la mano, las piernas cruzadas, una piel bronceada y fresca, un aire de juventud del que yo nunca me di cuenta. Papá, sentado al lado de ella, es un hombre joven y buenmocísimo; está de traje y él sí mira a la cámara; en la mano derecha tiene un habano (en mi vida lo vi fumando habanos) y tiene en la mirada la arrogancia de los que no tienen dudas, de los que se han fabricado una vida a base de certezas. No sé dónde estaríamos Cristina y yo cuando les sacaron esa foto; probablemente ya durmiendo. En esa foto papá y mamá están en la vida que tenían sin nosotras, sin sus hijas ni sus padres ni nadie más que ellos dos en este mundo. Son una pareja joven y próspera de vacaciones. Y la imagen de papá en esa foto es exactamente lo que yo recuerdo de mi papá de entonces: un hombre enorme, buenmozo, ajeno, con una mirada que nunca estaba a mi altura y que me daba un miedo oscuro.

Papá cumple hoy 85 años. Me hubiera gustado estar con él; me hubiera gustado abrazarlo como no podía abrazarlo en la infancia, y apoyarme en su hombro, y escucharlo llamarme como sólo él me llama, y brindar con el champagne que a él y mí nos gusta tanto. Como no puede ser, como eso no puede ser, descorcho la botella que puse en la heladera y brindo sola en la cocina de esta casa mallorquina que hoy no es mi casa. Feliz cumpleaños, papá.

08 febrero 2008

En descargo

En descargo de este discurso xenófobo debo decir que no me sorprende porque ya lo tengo muy escuchado en mi querida Buenos Aires. En la cola de cualquier verdulería de cualquier barrio porteño de clase media se escuchan cosas peores de los peruanos, de los paraguayos, ni qué decir de los chilenos.

 Ramiro me asegura que escuchó en Crónica una noticia que decía con el clásico cartel rojo: "Incendio en Flores, mueren dos personas y un boliviano". Después de eso nada puede sorprenderme. Y para qué nos vamos a poner a pensar en las experiencias de Europa en el siglo XX. O en las cosas que nos dijo Sarmiento de los españoles. Al final me parece que este asunto de la xenofobia está como inscripto en el espíritu humano.
La educación, la educación, la educación. Sólo la educación nos hará de verdad libres. A todos.

Desmontando el cazagiles III (respetar las leyes y pagar impuestos)

Ahí vamos más parejito, ven. Porque que yo sepa todos tenemos que respetar las leyes y pagar impuestos. Ahí sí entran los ingleses, los alemanes, los rumanos, los descendientes de italianos en cualquier grado (aunque a esos les va a dar trabajo convencerlos, me parece), los iberoamericanos, los moros. Pero también que yo sepa para hacernos cumplir con este punto no hace falta hacernos firmar ningún contrato. Pero lo voy a averiguar porque ocurre que desde que estamos aquí llevamos ingresada al fisco una cantidad de euros que quizás pueda reclamar. Yo no firmé ningún contrato todavía. Quizá me los devuelvan.
Y espero que esta parte del contrato sea de obligado cumplimiento también para los nativos. Porque eso de respetar las leyes y pagar impuestos va a ser que no es una costumbre generalizada y consolidada, ni aquí ni allá ni en ningún lugar del mundo. Y si no que hagan una encuesta en Marbella, o en Andratx, que lo tengo más cerca y se parece tanto.

Desmontando el cazagiles III (la lengua de los españoles)

¿Y cuál es la lengua de los españoles? ¿De cuáles españoles? Si se lo pregunto a mis profesores de catalán, mallorquines, me dirán una cosa. Si se lo pregunto a un madrileño, me dirá otra. Si se lo preguntara a un pastor vasco, otra. A un intelectual gallego, otra. ¿Qué lengua se nos exigirá que aprendamos? ¿Y a quiénes? Otra vez a los alemanes, los ingleses, los rumanos, los albano kosovares, los italianos y sus descendientes en cualquier grado, no. Quedamos el resto de los iberoamericanos, y otra vez los moros. Los iberoamericanos nos sabemos al menos una de las lenguas de los españoles, aunque no sepamos bien qué quiere decir una cazadora vaquera, o una ensalada de judías verdes. Y de paso: ¿y por qué todos nosotros nos sabemos tan bien al menos una de las lenguas de los españoles? Mmmm, porque nos la enseñaron. ¿Y quiénes nos la enseñaron? ¿Y cómo? ¿Y cuándo? ¿Y por qué? Pero qué manía de andar preguntando, niña! (me diría mi abuelo Pedro).
Conclusión: hasta ahora me parece que los que la tienen más jodida son los moros, que caen en todos los casilleros.

Desmontando el cazagiles II (Respetar las costumbres)

El contrato obligará a los inmigrantes a respetar las costumbres de los españoles. Las preguntas que esto plantea son obvias: ¿cuáles costumbres? y sobre todo ¿cuáles españoles? No parecen las mismas las costumbres de un pescador gallego, por poner un ejemplo, que las de un ganadero castellano. Ni las mismas las de un obrero vasco que las de la duquesa de Alba. Y todos son españoles. Y no parece tampoco que todos los españoles estén dispuestos a respetar las costumbres de sus compatriotas. Vendría bien que al menos esta parte del contrato se la hicieran firmar no sólo a los inmigrantes. Y ver de paso si los propios españoles se ponen de acuerdo acerca de qué es ser español, y hasta de qué es España. Porque a los inmigrantes nos da bastante trabajo incluso saber si es que estamos en España o en algún otro lugar del que todavía no sabemos ni el nombre.
¿Y quién va a evaluar si respetamos o no las costumbres españolas? ¿Cómo y quién tendrá la función de controlar el cumplimiento de esta parte del contrato? ¿Vendrán a mi casa a ver si como turrón para Navidad, o si voy a los toros, o si bailo la jota aragonesa? Dentro de las costumbres de los españoles, ¿estará ser un buen cristiano? ¿Tendré que confesarme al menos una vez al mes, como cuando era una nena?
Increíble que este punto de la propuesta sea tomado en serio.

Desmontando el cazagiles

Primer desmontaje: contrato a los inmigrantes. ¿A cuáles inmigrantes? Los alemanes y los ingleses que casi invadieron la costa andaluza y las Baleares son europeos. A esos no se les puede hacer firmar ningún contrato. Los rumanos, polacos, húngaros, eslovacos, también son europeos; a esos tampoco. Los argentinos nietos, bisnietos, choznos, de italianos también son europeos (doy fe). Esos tampoco. Quedamos el resto de los iberoamericanos (los nietos de españoles y los nativos), y los moros (ajajá, me parece que por ahí viene la cosa).

Cazar giles

Dentro de un mes habrá elecciones en España. Es la primera vez en mi vida que veo y sigo una campaña electoral desde afuera, sin involucrarme ni exprimirme la sesera elucubrando a quién voy a votar. De cualquier manera me voy haciendo una idea, como se imaginarán. Y ayer estalló el primer bombazo informativo, la primera propuesta electoral que levanta polvareda y pone a todo el mundo a debatir. Vino muy bien porque el asunto empieza a dividir aguas, a aclarar de qué lado queda cada quién.
El candidato de uno de los dos partidos que ganará las elecciones (el sistema español es básicamente bipartidista, aunque después hay variantes que pueden dar resultados sosrprendentes) ha dicho que de ganar obligará a los inmigrantes a firmar un contrato. Así como lo leen. Por el tal contrato los inmigrantes se comprometerán a respetar las costumbres de los españoles; a aprender la lengua de los españoles; a respetar las leyes y pagar los impuestos. Muy bien. Es decir: una propuesta que puede resumirse como un perfecto cazagiles.

05 febrero 2008

Y allá al fondo, Bunyola


¿Ven las casitas allá atrás, al pie de la montaña? Bueno: eso es Bunyola, el último pueblo por el que uno pasa antes de cruzar la sierra de Tramuntana para llegar del otro lado, a Soller. Se puede pasar en tren, que mantienen casi como fue creado, precioso, y que los sollerics ostentan orgullosamente como propio ("el tren es de Soller; el tren duerme en Soller"); se puede pasar en coche subiendo la sierra de un lado y bajándola del otro por un camino lleno de curvas y abismos; y se puede pasar atravesando la montaña por un túnel de 3 km., después de pagar el único peaje que hay en toda la isla. Dicen que es el túnel menos seguro de toda Europa, y a mí, que soy una claustrofóbica, no me hace ninguna gracia. Cada vez que entro en el túnel de Soller aspiro todo el aire que me cabe en los pulmones, y vuelvo a respirar tranquila cuando ya llego a la luz redonda y lejana del final, del otro lado. Y no me persigno y hago los tres kilómetros rezando el Ave María sólo porque me da un poco de vergüenza.
El camino de Palma a Bunyola (prueben a decirlo como si tuvieran la boca llena de sopa caliente que no quisieran ni tragar ni escupir y tocándose el fondo del paladar con la punta de la lengua. Así, molt be; ahora digan Bunyola varias veces; ¿les sale medio nasal y con una ele profunda y rarísima????? Pues perfectamente: ya hablan catalán. A mí me encanta escucharlo; cada día me suena mejor) es todo un campo de almendros. Vengan a visitarme en el invierno. Es precioso.

Y más almendros


Y de paso no sé si ven otra cosa que al principio nos llamaba la atención: los muros de piedra que separan las propiedades. En Argentina sólo los vi en Córdoba y en el norte; herencia española, y utilización de recursos. En la vasta pampa no hay piedras, entonces a hacerle caso a Sarmiento y a alambrar, a alambrar.

Almendros en flor


Este año se adelantaron un poco, pero tampoco tanto como para pensar en catástrofes. Pintan la isla entera de blanco, y uno se entera entonces, recién entonces, de que ese arbolito medio insulso que tenía ahí enfrente era un almendro. Son árboles más bien chicos, que parece que hubieran desarrollado una habilidad especial para pasar desapercibidos, para camuflarse en un paisaje donde todo menos ellos llama la atención. Y hasta finales de enero son la imagen misma de la desolación y del invierno, como aquellos árboles de troncos pelados y ramas secas como espinas que pintábamos en los cuadernos para representar el frío y las tardes de encierro al calor del fuego haciendo los deberes. Y entonces, en cuanto los días breves empiezan apenas a alargarse, ocurre el milagro: esas ramas sin una sola hoja, muertas, leñosas, oscuras, esa especie de esqueleto descuageringado de árbol invernal, se llena de flores rosadas y blancas que uno no sabe ni de dónde le salen. En pocos días la copa entera es una mancha blanca en la mitad del invierno. Valles enteros salpicados de blanco aquí y allá. Es el mejor anuncio de la primavera que llegará, a veces parece que no, pero sin duda llegará.

03 febrero 2008

Y a la distancia


Todavía les debo visita a los pueblos de mis abuelos. Prometo que cuando vaya a Aragón voy a llegar hasta aquí, a ver si todavía estoy a tiempo de ver lo que quede.

Sigo


Y otro poco



Para el abandono y las durezas de un clima de montaña que habrán tenido que resistir, bastante aguantan.

Otro poco

La naturaleza se va apoderando de todo lo dejado. ¿Quiénes habrán vivido allí? ¿Por qué se fueron? ¿De quiénes fueron esas casas? ¿Nadie las habrá reclamado nunca para nada? ¿A dónde se habrán ido ? ¿Habrá todavía quien tenga recuerdos de infancia de ese pueblo? Misterio y más misterio.

Y más Iso



Piedra, ventanas cegadas, tejados en ruinas. Misterio.

Y ya que estamos: el puerto de Iso


Ya que estamos con este asunto de los apellidos, ahí les pongo las fotos, divinas, de uno de los tantos pueblos abandonados de Navarra. Se llama Puerto de Iso y me imagino que de allí vendrá mi apellido: el pueblo está en el límite de Navarra y Aragón, muy cerca de Sos del Rey Católico, donde nació mi abuelo Pedro. El apellido sin duda es navarro y no castellano. Y si vienen de ese pueblo, apenas un caserío, es también fácil explicar que haya tan pocos. Quién sabe. En las fotos el pueblo se ve espectacular; cualquier día me apersono y lo reclamo para mí.

Confusiones con los nombres

Leo en La Nación que nuestros nunca bien ponderados representantes están debatiendo la nueva ley del nombre, y que el proyecto que parece que terminarán aprobando permitirá no sólo que los nuevos argentinos lleven también el apellido materno, sino que todos nosotros, los mayores de 18 años, podremos reclamar que se nos añada ese famoso segundo apellido que a casi todos nos falta. Yo seré de las primeras. En primer lugar por una cuestión de principios: ya cuando tuve a mi Joaquín, que hace mucho (ay, carajo, hace muchísimo), terminé con una rabia memorable cuando vi, espantada, que la empleada del Registro Civil anotaba lo más fresca en la partida de nacimiento: "A pedido expreso del padre se le adisiona el apellido materno", y allí tuvo que estampar el Bibi su firma para que el chico, que me había dejado a mí las partes bajas a la mismísima miseria para parirlo, llevara mi apellido, que además es tan corto que no molesta para nada.
Esa no sería la única ni la última bronca con este asuntillo del apellido: cuando ya casada fui a renovar mi pasaporte tuve que aguantar la cara de indignada sorpresa de la policía (mujer, sí) que me reclamaba que tenía que ponerme "de Bibiloni" en el documento. Le contesté, impertérrita, que yo me pondría "de Bibiloni" el día que Bibiloni se pusiera "de Iso" (cosa que también podrá ocurrir con la nueva ley, de paso), o el día que Bibiloni me comprara en una subasta de esclavos, cosa muy poco probable porque la esclavitud está al menos formalmente abolida (demos gracias a Dios), y porque si así no fuera sospecho que ni Bibiloni ni nadie pagaría nada por mí.
Conseguí seguir figurando en todos mis documentos con mi breve y exótico apellido, pero los disgustos no acabaron allí. Desde que vivo acá tengo también razones más pedestres que los meros principios. Aquí, en España, todo quien lleva los dos apellidos, y les cuesta mucho entender que nosotros tenemos uno solo. Cuando leen mi nombre completo en el documento (Alicia Noemí Iso, confieso), me encajan el Noemí de primer apellido, y ni siquiera Noemí: Noemi. Ya me acostumbré tanto que se los aclaro: mi apellido es Iso, Noemí es mi segundo nombre; porque me ha pasado de ir a retirar algo que había comprado y no existir en los registros del negocio; o que la asistente de la dentista me espere en la puerta del consultorio lapicera en mano para preguntarme mis apellidos, porque lo tiene "mal anotado: me falta uno". Al Bibi hasta le inscribieron un coche a nombre de Horacio Bibiloni, Rubén; y lo mismo le pasó con la cuenta bancaria. Un despelote.
El día que aprueben la ley allí estaré: me pondré el Ramiro que me falta en cuanto den la voz de aura.