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Nombre: albertiyele
Ubicación: Palma de Mallorca, Illes Balears, Spain

07 mayo 2007

Frutos de la mixtura: calçotada en Génova

Los resultados de los encuentros entre personas no sólo desconocidas sino además completamente diversas son casi siempre enriquecedoras para todos. Ay, ahora que lo escribo, si los mallorquines se dieran cuenta de esto que parece tan sencillo y tan elemental cuántos dolores y asperezas evitarían! Pero dejémoslo, porque finalmente eso de "los mallorquines" es una entelequia. Los mallorquines no existen, existe en cambio, y demos gracias a Dios, cada mallorquín de a uno por uno, y a mí me ha tocado conocer a uno que no tiene nada que ver con el prototipo ese de "los mallorquines". Así que vamos: si no hubiéramos conocido a Ignacio probablemente nunca se nos hubiera ocurrido ni fijarnos en ese aviso de los diarios locales que anunciaba, en catalán riguroso, que estábamos en plena época de "calçots", y que un buen lugar para darse una panzada era el restaurante de "ses coves de Génova" (sí, aquí también hay una Génova; y de esta Génova, insisten e insisten los nativos, era el mismísimo Colón, que no era ni Colón ni Cristoforo, sino Colom y Tofol = Tofol Colom, de Génova, más mallorquín que el buen Jaume Bibiloni; en fin). Pero hete aquí que enterados por nuestro nuevo y buen amigo de las bondades de los tales calçots, allá nos fuimos, muertos de curiosidad, a ver qué era cosa de tan extraño nombre. Ah y lo que son las lenguas! Resultó que los calçots eran lo que los castellanos llaman ajos tiernos ... y nosotros sencillamente cebollas de verdeo, que parece que los catalanes comen así: se asan enteritas con todas sus hojas y sus capas, con lo que quedan renegridos y hasta carbonizados por fuera, y tiernos y dulces y jugosos por dentro. Y se presentan en la mesa de a montones, renegridos como salieron de la parrilla y acompañados de una salsa picantona y riquísima en un bol que los comensales compartirán, y unos baberos enormes para que no se dejen las camisas en el intento. Y entonces viene el catalán que los asa y nos explica al Bibi y a mí, que somos novatos con caras de novatos, que hay que alzarlos de la punta con la mano derecha y con la izquierda proceder a sacarles esa capa quemada, como si uno estuviera arrancándoles el forro (ay, suena fatal, ya sé, ya me enredé otra vez). Todo eso tiznado y retiznado sale enterito y entonces queda el interior, blanco, tierno, y listo para mojar en la salsita e ir comiendo al estilo de los espárragos. De cómo quedan los dedos mejor no hablar, pero vale la pena: la calçotada, que así se llama el festín de los calçots, el restaurante, el catalán, la compañía de Ignacio (que se ríe un poco de nosotros y nuestras maniobras tan poco protocolares, claro) y el barrio de Génova, desde donde se ve allá abajo la bahía de Palma iluminada. Todo, todo, vale la pena. Pero lamento comunicarles que ustedes se lo perdieron: hasta el inicio de la primavera que viene, ya no hay más.

3 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Ahi viviamos nosotros antes de emigrar a Buenos Aires, en Genova. No te lo dijo mi padre? Es un pequeño edificio en el 27 del Cami del Tramvia... ah, yo nunca comi Calçots! ja!

8/5/07 14:36  
Blogger albertiyele said...

Siiiiii, por supuesto que nos contó que allí vivían! Y también nos contó, mientras subíamos a Génova, que por esos bosquecillos oscuros iban los jóvenes de sus epocas mozas, los que tenían coche al menos, a "morrejar" (que además acaba de entrar, la palabrita, en el diccionario oficial del catalán). Una especie de "Villa Cariño" palmesana el bosque de Génova. Mirá vos. Ahora los porteños me van a preguntar qué es "morrejar"; y vos me vas a preguntar qué es "villa cariño". Ay ay ay.

8/5/07 16:47  
Anonymous Anónimo said...

morrejar es morrearse, es decir besos de tornillo. Villa Cariño, me encanta el nombre y puedo imaginar que es lo que fue (o es?) el dique del oeste para mi generacion: coche,novia y poca luz.

10/5/07 16:26  

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