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Nombre: albertiyele
Ubicación: Palma de Mallorca, Illes Balears, Spain

14 enero 2007

Adán Diehl o nuestro argentino en Mallorca

Así que una vez aquí ese argentino rico, riquísimo, liberal, un poco bohemio, malcriado, bon vivant como eran entonces todos los argentinos de su clase, debe haber pensado qué pena de lugar sin un hotel cómodo donde hospedarse! Y como el lugar le encantó y supongo que le vio la vuelta, el hombre peló la billetera y dijo quiero esto, este Cabo de acá hasta acá, qué vale? Y como se ve que los precios no eran para asustar a oligarcas argentinos de vacaciones, el tipo se compró 1500 hectáreas, que en Argentina será poco más que una chacra, pero acá es un pedazo considerable y además bellísimo de isla, casi una guarangada. Sí, hace unos días le dije a un mallorquín (creo que el primer amigo mallorquín que logro hacer, y todavía no le he visto ni la cara) que los argentinos aquí resultamos excesivos; se ve que siempre fuimos un poco excesivos, y para todo.
Para cuando el hotel estuvo terminado, que igual tardó muy poco, la dulce y corajuda Delia (de la que les hablaré después, porque la suya también es una historia) ya lo había abandonado, dicen que harta de cuernos; y su concuñado y amigo Ricardo Güiraldes, con el que había recorrido medio mundo, ya se había muerto en París de un cáncer fulminante de garganta que no le dio tiempo ni a volver a morirse a los pagos de Areco.
Qué arquitecto diseñó el hotel, cómo cuernos hicieron para acamalar semejante cantidad de material y de obreros hasta allá arriba en esa época, cuando no debía haber más que senderos de cabras; por qué se le ocurrio hacer semejante obra que 70 años después sigue siendo no sólamente bella sino también funcional, con piscinas, canchas de tenis, amarradero sobre la playa y todos los lujos que puedan soñar en ese lugar que todavía ahora resulta casi inaccesible, todo es un misterio. La página del hotel empieza diciendo "La historia de un prodigio", pero de la historia no cuenta nada de nada. Ahora les cuento yo por qué, o al menos por qué cree Miguel Dalmau, aquel del Salvemos Formentor!

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