Diario de viaje: una argentina en Mallorca

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Nombre: albertiyele
Ubicación: Palma de Mallorca, Illes Balears, Spain

28 agosto 2006

Y la cabeza

Ahí está, abandonada, ruinosa, separada de su cuerpo, herida, expuesta. Como tantas cabezas, bah.

Y ahí va otra


Allí tienen al centauro, lanza en mano, desafiando al mare nostrum, que finalmente es el mismo que lo vio nacer. El tipo, ahora que pienso, está en su casa. Yo no. Mirá vos.

Un poco más


Ahí tienen un poco más, aunque en realidad ahora veo que no se distinguen las esculturas. Es igual: el marco, la muralla de Palma, el atardecer en la bahía, las palmeras que se perfilan sobre el mar allá a lo lejos, también valen la pena.
Ah! Me olvidé de decirles, y nobleza obliga: hace unos días me leyeron aquí furiosa con un lector del Diario de Mallorca, y con el diario también. Les escribí una carta de lectores, quejándome. Y di por supuesto, prejuiciosa yo, que no la iban a publicar. Pero ocurrió que sí. La publicaron, creo que el miércoles pasado. Recorté la hoja del diario y la guardé, porque es la primera vez que leo mi nombre en un diario.

Esculturas callejeras

Han puesto en Palma una muestra de escultura en plena calle. No, no exactamente en la calle, sino en las escaleras que unen la muralla con la catedral, y en la muralla misma. Son de un artista polaco, pero que vive en Italia hace muchos años. Sus obras, que por lo que sé ya se han mostrado de esta forma al menos en Granada, son de unas dimensiones monumentales, y me imagino que por eso mismo bastante difíciles de mostrar. Son gigantescas figuras humanas de bronce, al más puro estilo clásico, con una verosimilitud que a pesar del material resulta sorprendente. Personajes mitológicos, de la mitología clásica, universales, de una belleza deslumbrante: Icaro, con o sin alas; un centauro que aparece combativo, haciéndole desafiante frente al mar; cabezas vendadas y tumbadas en la calle, como si fueran restos de algo que no está.
La obra en sí misma me parece bellísima, pero el marco en el que se ha puesto le otorga un plus de belleza y también de monumentalidad. Como esas parejas (raras, sí) que consiguen potenciarse, enriquecerse uno a otro, de la misma forma esa obra de Mitolaj en la vieja muralla de Palma, con la Seu atrás y el azul increíble del mar en la bahía consigue conmover y emocionar de un modo casi reverencial. Y no es la emoción tierna que suele provocar la obra de arte, sino una emoción casi aterradora. Me parece que sentimos una cierta sensación de desmesura, de grandiosa desmesura frente a esta muestra, y esa misma desmesura es lo que la hace armónica con el lugar en el que está mostrada.
La fui a ver ya muchas veces, pero hoy finalmente decidí pasearme por allí con la camarita. No pude haber elegido peor día: hoy se despide la familia real de sus vacaciones mallorquinas con una cena con "el tout Mallorca", allí mismo, en la Almudaina, que está puerta con puerta con la catedral y es la sede oficial de la monarquía en Palma. Estaba el lugar atestado de policías. Uniformados muchísimos, y calculo que sin uniforme muchos más, porque nunca había visto semejante cantidad de despreocupados turistas de bermudas y gorrito paseándose por las murallas.
Yo, que soy una perseguida, ya me veía cara de sospechosa. Pero en fin: saqué las fotos, y se las iré poniendo en el blog para tentarlos, y que se les ocurra venir a verme.

18 agosto 2006

Del clima y las rarezas

El mes de agosto viene rarito. Se supone que es el mes clásico de las vacaciones, el momento del año en el que las grandes ciudades europeas se vacían de gente que busca el mar, las orillas, el calor y el sol del Mediterráneo, las noches cálidas para pasearse bajo la luna. Pero sucede que a este agosto mallorquín le ha dado por nublarse y por llover. Sigue haciendo calor; no son esos sofocos de infierno de julio, pero hace calor. Pero amanece casi todos los días medio nublado; llueve, llovizna, caen aguaceros, nada que resulte acorde con los largos días de playa que uno espera de unas vacaciones veraniegas en una isla mediterránea.
Y la gente, la multitud de veraneantes que ya están aquí, que han pagado sus estadías en hoteles frente al mar en toda la isla, ante la evidencia de que el día de playa se les aguó hacen lo que hacemos todos en esa situación: se vienen para Palma a pasar el tiempo, a mirar vidrieras, a comprar pavadas que seguramente terminarán arrumbadas en algún cajón, inútiles, a comer y picotear y demorarse en las mesas de los bares.
Palma se ha convertido en un gigantesco hormiguero colmado de gentes venidas de todas partes. Y no en un hormiguero ordenado y laborioso, no. Un hormiguero ocioso y festivo, desordenado, ruidoso, divertido, un poco caótico. Caminando por la calle es difícil encontrar a dos personas hablando el mismo idioma. Multitudes de turistas, bermudas largas, sandalias cómodas, caras enrojecidas por el sol del rato de playa de ayer, la cámara colgando del cuello y el gorrito clásico han invadido la ciudad. No hay terraza de bar que no esté repleta, no hay negocio ni chico ni grande que no sea un revoltijo, no hay calle silenciosa. Hoy he intentado abstraerme del ruido, taparme los oídos y probar el ejercicio de mirar la multitud como si fuera sorda. Es increíble de lo que somos capaces los seres humanos por comunicarnos. Todo son gestos, brazos extendidos, caras que intentan decirlo todo sin palabras. Qué especie rara que somos los humanos; qué especie maravillosa y extraña.

15 agosto 2006

Victoria

Joaquín parece más preocupado que yo por mis libros, o al menos por la distancia que establecí entre mis libros y yo. Se ve que el chico se da cuenta de que me pone nerviosa, algo así como un sindrome de abstinencia. Así que en cada viaje él insiste en recordarme que "algún libro" me puede traer. Nunca terminaré de entender por qué cazzo los libros pesan tanto. Hagan la prueba de organizar una mudanza: nada, ni el aparador de roble macizo heredado de la tía Borila (no se rían del nombre de la tía, que no es ningún invento. Muchos de ustedes han tenido el privilegio de conocerla; los que no, esperen con paciencia, porque les hablaré de mi querida tía Borila cuando les cuente por qué conservo yo recuerdos de infancia de Jorge Antonio) pesará como los libros. En fin. La cuestión es que yo voy haciendo listas, listitas diría mejor, de 5 ó 6 ejemplares cada vez. Y ahora pienso que si cada uno que vino me hubiera traído 5 ó 6 ya tendría unos cuantitos, pero ya está hecho. Por las dudas, anótense: no viajar a Mallorca sin libros para Alicia; péguenlo con un imán en la puerta de la heladera, y no lo olviden.
Rubén me trajo ya unos cuantos la última vez que estuvo allá, y ahora vinieron con Joaco los tomitos que tengo de la Autobiografía de Victoria Ocampo, que no son todos, lamentablemente.
La he estado leyendo tirada en la playa de Santa Ponça (eso es sólo para que envidien: mientras ustedes se cantan de frío, yo estoy aquí tirada panza arriba al sol, leyendo a nuestra Victoria Ocampo). En realidad la playa no es de las que más me gustan; el lugar es magnífico; una bahía rodeada de suaves acantilados de piedra, el agua azul increíble de este Mediterráneo, las sombrillitas, los veleros, debería ser perfecto. Pero es una muestra más del desastre que seguramente unos pocos han conseguido hacer , pese a las protestas y las quejas de muchos: ya no queda un metro de ladera de sierra sin construir; del año pasado a este se comieron un pinar entero, con adosados horribles además. Da mucha pena, la verdad; me da mucha pena a mí, así que me imagino la pena que les dará a los mallorquines de buena fe. Pero en fin: a los chicos les gusta mucho esa playa justamente por lo que no me gusta a mí: no es una calita minúscula, hay mucha gente, hay lugar donde jugar a la pelota, al voley, a lo que se te ocurra. Hay montones de inglesitas, italianitas, españolitas y francesitas en topless (ahora se acostumbraron; el año pasado debí sacarles fotos a las caras de libidinosos de Perico y Ramiro (anche del padre, pero dejémoslo)).
Y allí estaba yo, tendida en la reposera y leyendo por enésima vez a Victoria; hay párrafos enteros que me sé ya de memoria y nunca me aburren. Y hay episodios de su vida, pese a tantos privilegios con los que se supone que nació y vivió, tan dolorosos, tan conmovedoramente dolorosos, que muchas veces me encuentro inundada de lágrimas mientras la leo.
Y qué ingratos que somos los argentinos. Qué ingratos hemos sido con esta mujer que se ha dejado los bienes y el tiempo que le fue dado vivir en hacer de nuestro país algo mejor. De no haber existido Victoria Ocampo no sé si hubiéramos tenido a Borges, a Bioy, a Cortázar. De no haber existido Victoria, y su empeño y sus ganas y su voluntad, probablemente la historia cultural de la Argentina no sería muy distinta de la del Paraguay, por ejemplo.
Despertó, con el solo brillo de su inteligencia, pasiones desbordadas en hombres que forman parte de la historia del pensamiento occidental del siglo XX. Puso a la Argentina en el mundo intelectual y cultural de su época; peleó y se jugó todo, TODO, defendiendo la dignidad y la libertad del ser humano, los derechos de las mujeres, el derecho a disentir. Fundó la revista cultural más importante que haya tenido nunca la América hispana, y la sostuvo con su esfuerzo y su dinero, durante años y años, hasta quedarse literalmente sin nada; con el mismo nombre de la revista, Sur, fundó una editorial como no habíamos tenido antes ni tendríamos después; tradujo al castellano, infatigable y como nadie, obras inglesas y francesas que no hubiéramos conocido sin ella porque a nadie parecían importarles; no hizo nunca distinciones ideológicas a la hora de publicar en su revista o en su editorial a gente que pensaba diametralmente distinto que ella (desde Pablo Neruda hasta Drieu La Rochelle; desde Sarmiento hasta Ortega y Gasset), y les dio a muchísimos jóvenes de entonces, desconocidos y talentosos, la primera oportunidad que nadie quería darles. Llegó al final de su vida ligera de equipaje; empobrecida después de haberlo invertido todo en empresas culturales que sólo recibían el más gélido desprecio de la ignorancia al uso.
Su voz, la voz tan argentina de Victoria que voy escuchando mientras la leo, me ha llevado de nuevo a un país que pudo ser mejor, y me ha hecho lagrimear tendida en la arena de Santa Ponça.
Creo que la están reeditando. Prefiero creer que nunca es tarde, aunque no sé, no sé... Ustedes que pueden no se la pierdan. Corran a comprarse todos los tomos de su Autobiografía; son su historia y son también la historia de un país que pudimos tener y que perdimos. Vale la pena.

04 agosto 2006

Las contradicciones III

En el mismo ejemplar del que les hablé hace un ratito, y casualmente en la página siguiente a la de las Cartas de lectores, hay otra notita "curiosa". La firma Antonio Jiménez y la titula Mucho pico y poca pala.
El contenido de la nota no tiene nada que ver con los argentinos ni con ningún otro sudamericano. Habla de la huelga salvaje de los trabajadores de Iberia en El Prat, y critica duramente la reacción del gobierno español. La leo con interés porque me resulta curioso el rechazo absolutamente unánime que generó esta huelga en la opinión pública: era día de recambio turístico y el aeropuerto de Barcelona estaba literalmente colmado de viajeros que vieron interrumpidas o atrasadas sus vacaciones. Pero en fin, ese es otro tema.
La cuestión es que el tipo en el último párrafo se despacha a explicar eso de "mucho pico y poca pala" del título. Y dice entonces: "La crisis del aeropuerto de El Prat, si se me permite el juego de palabras, nos ha ilustrado sobre las carencias de un Gobierno que anda sobrado de "pico" y ayuno de "pala" ( Que es lo que solía decir mi admirado José María García de algunos de los ilustres argentinos que recalaban en la Liga española, como jugadores o entrenadores, y destacaban mucho por una brillante locuacidad y muy poco por juego, laboriosidad y resultados)."
O sea: ya que estamos hablando de la huelga en El Prat y de Zapatero, sartenazo en la jeta para los argentinos. ¿Por qué, digo yo, por qué? Me imagino yo que el admirado José María García no lo diría por el tanito Pernía, no? Porque ese se ve que con pico y sin pala o con pala y sin pico les vino bien.
Y me pregunto, ¿la Argentina tiene embajada en España, no? ¿Leerán los muchachos de la embajada lo que dicen de los argentinos los diarios españoles? ¿o estarán muy ocupados con las rebajas del Corte Inglés? Si yo fuera diplomática presentaría una queja formal. Pero como no soy diplomática voy a hacer otra cosa más criolla, y finalmente más acorde con lo que se espera de nosotros: Antonio Jiménez, vos y tu admirado García se pueden ir al carajo.

Las contradicciones II

En el mismo diario que ayer publicaba a Cela y su Guetos, una clara protesta frente a los hechos de discriminación que se ven a cada rato, aparecieron hoy, viernes, dos textos que demuestran la actualidad del asunto.
Con esto de internet lo pueden leer ustedes, claro, pero les cuento: en una carta de lectores un tal Jordi Sansó Garí, vecino de Palma, se queja amargamente porque días pasados, concretamente el sábado a la noche, su sueño fue alterado por un batifondo mayúsculo de baile y cantos de unas 40 personas. Dice el hombre que llamó por teléfono a la autoridad correspondiente para que tomara medidas, pero nadie le dio pelota. Hasta ahí, todo normal. Pero leamos, leamos, a ver qué era lo que le molestaba al buen Jordi: "Sábado noche son las 2.00 horas (así entre paréntesis, que esto es mío, el buen Jordi podría aprovechar las horas de desvelo para aprender a redactar en castellano ya que quiere mandar cartitas a los diarios, no? Yo le podría dar unas clases. Y mirá lo que te digo: yo a este Jordi lo atiendo gratis. Y cierro el paréntesis, y sigue Jordi) llamo al 092 para que acuda a la plaza ubicada junto al Edificio Marina del Portixol... hay aproximadamente unos 40 personas, en su mayor parte argentinos, luego colombianos y ecuatorianos, bailan, cantan, tienen las puertas de sus vehículos abiertas y la música a tope; en las viviendas es un infierno dormir..."
Ustedes no saben cómo me gustaría a mí preguntarle a este lector del Diario de Mallorca qué tenía que ver con la intensidad o el incordio de los ruidos el hecho de que fueran argentinos o colombianos o ecuatorianos los que lo provocaban. O cómo sabe él con tanta certeza la procedencia de los ruidosos, ¿andarían con el pasaporte pegado en la frente, los muy marmotas? ¿O será que los argentinos tenemos cara de argentinos, olor de argentinos, gritos y música y baile de argentinos? ¿Qué bailarían estos chicos en la madrugada del sábado en el Portixol? ¿La chacarera? ¿El pericón? ¿El grito sagrado en la versión de Charlie?
Y para seguir con las preguntitas: el Diario de Mallorca, que es el que elegí para leer desde que vivo aquí, ¿hubiera publicado la carta del buen Jordi si el caballero en lugar de decir que los molestos ruidosos eran en su mayoría argentinos hubiera dicho que eran en su mayoría negros, o judíos, o musulmanes, o magrebíes? ¿O en ese caso sí hubieran considerado que la carta tenía un claro contenido discriminatorio?
Uno puede tener en la vida cualquier ideología, cualquier sistema de valores, cualquier mentalidad. Lo que no se puede es ser hipócrita. Porque ocurre que lo que uno verdaderamente piensa se cuela por las agujeros de las palabras, y queda a la vista, y termina siendo impresentable.
Mañana es sábado. Si yo tuviera unos años menos me encantaría ir de madrugada a darle una serenata a un tal Jordi Sansó Garí, vecino de Palma. Y nada de cantarle míticos tangos de Discepolo, ni bellas zambas de Los Chalchaleros, ni tiernas baladas de Jairo, ni Ariel Ramírez con su Misa Criolla, ni siquiera melosos boleros de Chico Novarro, y mucho menos óperas de Ginastera. Nada de eso.
Una buenas cumbias villeras, digamos a las 4 de la mañana. Bombo y piquete, pa´ que se entere.

Las contradicciones

En el diario de ayer, jueves, salió una noticia sobre la que algo entiendo, y una nota de opinión sobre esa noticia que me pareció casi perfecta.
La noticia informaba de que el fiscal de estado le reclamó a las autoridades de la comunidad balear que no confinen a todos los chicos hijos de inmigrantes a las mismas escuelas, porque eso terminará formando guetos.
A raíz de una denuncia de una ciudadana española nacida en Uruguay, cuya hija fue a parar a una escuela donde no sólo no hay ni un solo chico español, sino que además la mayor parte de los alumnos no hablan ni entienden ni español ni catalán, el fiscal tomó cartas en el asunto y a poco de investigar "descubrió" (vaya con el descubrimiento, lo sabe todo Mallorca) que hay alrededor de 5 escuelas, ninguna concertada por supuesto, que concentran prácticamente toda la población de niños inmigrantes de la isla. Y que hay muchísimas escuelas, públicas y concertadas, que no tienen ni un solo chico inmigrante en toda la población escolar.
Y digo que entiendo bastante del asunto porque cuando me tocó anotar a los chicos en la escuela fui tratada en la Conselleria de Educación de una forma que podría describirse con muchas palabras menos cordial; por supuesto no se me hizo saber ninguno de los derechos de mis hijos, y cuando pregunté si al menos irían los dos a la misma escuela la respuesta fue "señora, irán donde nosotros le digamos que tenemos lugar y que tienen que ir, y si no le gusta, haberlo pensado antes, o volverse a su país." Yo en esos días, recién llegada, estaba con la lágrima fácil, y sin ánimo ninguno de dar más batalla que la que tenía que sostener conmigo misma cada día para levantarme de la cama y no seguir durmiendo digamos 6 ó 7 años. No sabrá nunca la empleada de la Conselleria de Educación de la catarata de palabras de la que se salvó sólo porque me agarró abatida.
La cuestión es que cuando faltaba una semana para que empezaran las clases no sólo no les habían designado ninguna escuela, sino que me dijeron que me daban un turno para atenderme, y sólo para atenderme, que no para finalmente decirme a dónde irían a parar los chicos, el 21 de septiembre (fecha que recuerdo por obvias razones), y las clases empezaban el 14. Cuando ya habíamos decidido que nos arreglaríamos por nuestra cuenta y mandaríamos los chicos a una escuela privada aunque tuviéramos que sacar el dinero de abajo de las piedras, y gracias a los buenos oficios de Inés (que nunca agradeceré lo suficiente) empezaron en la fecha que correspondía, en el La Salle de Palma, que resultó además un colegio excelente y en el que fuimos los chicos y yo tratados desde el primer día no sólo de manera humana, sino con toda calidez y comprensión.
A propósito de esa noticia, Camilo José Cela Conde (que es el hijo del otro, del ilustre, el que escribió El viaje a la Alcarria y La colmena e hizo viuda a Marina) publicó en el mismo diario una nota de opinión que tituló justamente Guetos, que pueden leer entera en www.diariodemallorca.es, en el ejemplar del jueves 3, pero de la que yo aquí voy a citarles algún párrafo para que vean de qué va: "Nosotros, los españoles, nos hemos olvidado ya de lo que significa tener que emigrar a otro país... No nos acordamos porque nosotros pertenecemos ahora al club de los países ricos, al muy exclusivo refugio de los privilegiados. Ni se nos ocurre que eso mismo que les sucede a los uruguayos, colombianos o argentinos les pasó, milímetro a milímetro en un calco exacto, a nuestros abuelos o bisabuelos, tal vez. Ser rico afloja mucho los mecanismos de la memoria..."
Yo en este blog he escrito ya algunas cosillas sobre este tema, y no iban en un sentido muy distinto que las palabras de Cela. Claro que él es Cela, y es español. Suena distinto, ya sé.

03 agosto 2006

La Nación y Hugo Varela

Entre las cosas que trajo Rubén la última vez que estuvo en Buenos Aires apareció un CD de Hugo Varela, que volví a recordar hoy, leyendo los titulares de La Nación:

"Urgido por la fuerza incontenible
que trae un desarreglo estomacal,
aceleré mis pasos al boliche,
y al baño me mandé sin saludar.

Y viendo que el motivo de mi angustia
venía con la fuerza de un tropel,
más calmo, y ante el hecho consumado,
descubro con pavor que no hay papel."

Dado el honor del cargo espero que al menos el hombre no haya tenido que terminar, como el del tango de H. Varela, sacrificando la corbata, de seda, rojo punzó.

De moros y cristianos

Corría el año 1550 cuando el moro Dragut con sus huestes de 1500 turcos desenfrenados, se supone que hambrientos de toda clase de carnes y sobre todo infieles, desembarcaron bajo el amparo de la noche en las calmas costas de Pollença. Los cristianos, pobrecitos, inocentes criaturas del Señor, descendientes de los que habían hecho lo mismito que los moros pero unos años antes (recordar siempre aquello de que al que madruga Dios lo ayuda, y si es cristiano, más), dormían plácidamente, que es el mejor adverbio para describir el dormir y sólo el dormir, que parece que es lo único que puede hacerse plácidamente, quién sabe por qué misteriosa causa. Pero como Dios protege la inocencia sucedió que un tal Joan Mas, pollençin él, despertó del dulce sueño, y avispado del peligro inminente de 1500 moros armados y bien armados desembarcando en la costa, pegó el grito. Y aquello de "hay moros en la costa" no les sonaría a los hombres allá por 1550 a "pará de criticar a Fulanito que acaba de entrar" sino a otra cosa , y dada la voz de alerta el tal Joan Mas sacó con sus voces y su garra de la cama al pueblo entero, que en el apuro, claro, ni tiempo tuvo de vestirse como corresponde a una batalla, y arremetió así no más en camisón y pijama al exterminio del invasor. Las campanas de las iglesias de Pollença daban coraje a los fieles y pavor a los infieles, se ve, porque el hecho es que a pesar del madrugón, de lo inadecuado de la indumentaria y de la escasez de armas que los obligó a defenderse con sólo palos y azadas de campesino, el amanecer encontró a los cristianos victoriosos.
Cautivo y desarmado el ejército....ay! fue un lapsus! No no no. Se me debe haber escapado porque me quedé pensando en que eso de "armado y bien armado" me recordaba a otra frase también célebre; cuestión de asociaciones. Nada de cautivo y desarmado y nada tampoco de la guerra ha terminado; todavía quedaba mucho por luchar contra el moro, y si no lean los diarios de hoy o de ayer o de cualquiera de estos días y me cuentan.
Lo de Pollença fue sólo una batalla, pero tan memorable que se celebra todavía, casi 500 años después, con simulacro de batalla y todo. Los cristianos vestidos de blanco, por lo de los pijamas y los camisones, en alpargatas de esparto, con palos y azadas; los moros, fieros, pintarrajeados, blandiendo espadas con sus cuerpos morenos vestidos con ricas y coloridas sedas de oriente. No sé por qué pero parece que en Pollença de unos años a esta parte hay un único problema: a pesar de saber que van a teminar victoriosos, cada vez hay menos que quieran hacer de cristianos. Mmmmmmm, me parece que la tropa se está avivando!
En fin: historia aparte, es una fiesta descomunal, a la que ayer asistieron, sorprendidos y cámara en mano, Pedro, Pancho, Ramiro y Rubén (yo falté por temor a los raptos, vio?, porque parece que los moros todavía ahora gustan de manotear cristianas y llevarlas pa´la plaza del pueblo con intenciones non sanctas, que después de todo los tipos venían navegando quién sabe desde dónde y ya se sabe que la carne es débil, y yo a mis años ya no estoy para tales jaleos, y mucho menos con morochazos fornidos y encima infieles). Son multitudes festivas que hacen su papel y se la pasan bomba, y terminan la fiesta con misa solemne y después de farra hasta que sale el sol del nuevo día, que dicen que suele encontrarlos batallando todavía, sin palos ni espadas ni azadas, ya en las blancas arenas de Puerto Pollença, gozosamente mezclados moros y cristianos, en batallas cuerpo a cuerpo, sí, pero más humanas, menos sangrientas y muuuuuuuucho más divertidas. Como debe ser, como debió haber sido siempre.