Mi foto
Nombre: albertiyele
Ubicación: Palma de Mallorca, Illes Balears, Spain

12 junio 2006

Recuerdos de viaje

Entre las muchas cosas que me quedaron sin contar de aquel memorable (para mí) viaje al País Vasco, está el paseo por la bella y elegante San Sebastián. Ya no es momento de contar detalles, pero sí fogonazos de recuerdos que se quedarán conmigo para siempre. El camino desde Bilbao fue por autopista, siempre viendo a los costados del camino esos montes verdes y los caseríos de piedra y las ovejas lanudas pastando. Y San Sebastián es hermosísima. Hay quienes dicen, y son muchos, que es la ciudad más linda de España; no sé si tendrán o no razón, pero en todo caso es preciosa, toda. La bahía, la famosa "Concha" con su islita de postal, está bordeada de una avenida y un paseo espectacular, con edificios señoriales. Y los puentes, y el barrio viejo, y las plazas, y los hoteles, y los perfumes que salen de las cocinas...inolvidable.
Pero hubo un plus, una de esas historias de viaje que uno suele guardar en la memoria: fuimos a almorzar a un restaurante paquetísimo (y carísimo, pero que yo no pagué, caradura de mí) donde además de atendernos con enorme cordialidad nos dieron de comer como a príncipes. Pero además el cocinero, el propietario del lugar, encantador, se quedó un rato charlando con nosotros y resultó que conocía no sólo Buenos Aires sino media Argentina, y tenía de aquellas lejanas pampas un buen recuerdo (por suerte). Y nos contó además un cuentito muy evocador: resulta que un buen día de hace ya muchísimos años llegó a comer a su deslumbrante restaurante de San Sebastián un señor muy elegante, un verdadero dandy o gentleman inglés, que irradiaba distinción y refinamiento y que resultó ser un argentino (aquellos eran tiempos, sí). El restaurante estaría muy lleno, los camareros muy ocupados, no sé; la cuestión es que el hombre comió muy bien, porque allí es imposible no comer muy bien, pero fue bastante mal atendido. A pesar de eso, y para sorpresa de ojos como platos del camarero, el dandy argentino dejó una propina de una generosidad desmesurada, muchísimo más del ya abundante 10 % de rigor. Por supuesto que, aunque con retraso en la atención, no hubo quien no se acercara a correrle la silla, a acercarle el abrigo, a ayudarlo a ponérselo, a acompañarlo gentilmente hasta la puerta. Y se fue el hombre dejando un halo de misterio y me imagino que de colonia de lavanda inglesa, que era lo que se usaba en esos años en los señores tan ligeros de bolsillo. Una semana después el misterioso comensal volvió al restaurante. Esta vez, claro, fue servido como un conde polaco, colmado de atenciones, al más leve de sus gestos tenía quien estuviera dispuesto a complacerlo. Y hete aquí que llegado el momento de pagar, cuando los camareros se frotaban las manos imaginando hasta qué límites llegaría ahora la soltura de ese hombre, bien comido y bien servido, el tipo deja de propina una moneda miserable, como si dejara ahora un pobre euro solitario después de haber pagado 300 para comer. Por supuesto no hubo reclamos, ni miradas, ni palabras, ni un gesto. Pero el argentino quiso explicarse: le sonrió amablemente al mozo que lo había atendido la primera vez tan mal y ahora tan bien, y le dijo con cierto tono didáctico: "la propina que le dejé la semana pasada, era la de hoy; y la de hoy, la de la semana pasada. Buenas noches".
Después, parece, terminó convirtiéndose en un cliente habitual, durante muchos años, y mantuvo siempre ese halo de elegancia, de saber hacer, de generosidad y también de cierto misterio de la primera vez.
Hasta ahí, un cuento de argentinos viajeros por Europa típicos de aquellos años de pesos fuertes y billeteras llenas. Pero hete aquí que el buen cocinero vasco añadió algo que me erizó la piel. ¿Quién era aquel misterioso argentino, todo modales, corbatas de seda italiana y colonia inglesa? ¿Un Anchorena, un Ocampo, un Alzaga, uno de esos apellidos ilustres de nuestra oligarquía vacuna? No señor. Era nada menos que Jorge Antonio. Ah, vivir para ver!
Yo tengo de Jorge Antonio otra historia que llenó mi infancia de fantasías de guerra y de incendios y de vísperas; pero se las contaré otro día, porque ahora ya fui muy larga, como siempre.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Ali por favor conta tu anecdota de Jorge Antonio, que me quede con la intriga!!!!.
No podes escribir mas lindo, segui haciendolo!!!!!

3/8/06 11:14  

Publicar un comentario

<< Home