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Nombre: albertiyele
Ubicación: Palma de Mallorca, Illes Balears, Spain

24 abril 2006

Primavera soriana, primavera, humilde como el sueño de un bendito


Hay ciudades que son mucho más que cal y piedras. Ciudades que son para nosotros familiares e íntimas antes de conocerlas. Del mismo mítico modo en que París son los posters de Tolousse Lautrec, la luz de los impresionistas, la Libertad embanderada y gigante de Delacroix, la voz mínima e inolvidable de Edith Piaff, las fotos en blanco y negro de los jóvenes besándose en las calles devastadas de la postguerra; o Buenos Aires son las letras y las voces del tango, las imágenes de fervores multitudinarios en la Plaza de Mayo, la silueta de parejas que bailan aferradas al borde del Riachuelo o las esquinas rosadas de los versos de Borges.
Y Soria, mucho antes de que yo fuera capaz siquiera de ubicar a Soria en un mapa, fue para mí la voz y la palabra de Machado. De manera que cada vez que piense en Soria me veré a mi misma casi adolescente, sentada en un banco cualquiera de la plaza Rodríguez Peña y leyendo un ejemplar de tapas rosadas de la colección Austral mientras el viento sacude los eucaliptos del parque, y yo me deslumbro con los versos, abstraída del tráfico de Callao.
Llegar a Soria, llegar físicamente a esa ciudad mítica, era como reconocerla, como tocar por fin lo que ya se conoce. Y Soria es fría, sí. (Soria fría! La campana/ de la audiencia da la una. / Soria, ciudad castellana, / tan bella bajo la luna!) Había sol y era un día de primavera pero el aire estaba frío como no había estado en ninguna otra parte. A lo lejos, como marco, se divisaban las montañas todavía nevadas. Y Soria es serena y austera, castellana. Sobria, silenciosa, un poco vetusta, un poco triste. (Soria fría, Soria pura, / cabeza de Extremadura, / con su castillo guerrero / arruinado, sobre el Duero, / con sus murallas roídas / y sus casas denegridas!). Llegamos a la primera hora de la tarde. Habíamos comido en el camino, en un restaurante amplio y con un aire un poco campestre; en la mesa de al lado de la nuestra conversaban y comían tres hombres solos. Las voces de esos hombres, el castellano recio, seco, con aspereza de barba de esos vecinos de mesa me deleitó el almuerzo. Y ahora estábamos en Soria, frentre al palacio de la Diputación que ven en la foto.
Caminamos un poco por las calles casi desiertas. Hay muchas casas bellísimas todavía muy arruinadas en Soria. Y digo todavía porque doy por hecho que se arreglarán; pero es que es tanto lo que tienen! Me da la impresión de que son tantos los años, en muchos casos los siglos, de abandono y de rigores de pobreza que debe ser muy difícil incluso determinar por dónde hay que empezar, qué componer primero. Y esa zona no debe tener la afluencia masiva de turismo, y por lo tanto de recursos, que tiene por ejemplo Palma, o Valencia.
Y paseando por la ciudad encontramos el instituto donde don Antonio daba clases de francés, enamorado perdido de su Leonor (que si no me equivoco descansa para siempre, ya inmortal, en el cementerio soriano. Y ahora que pienso: ¿hubiera sido posible ahora el amor y el matrimonio de un profesor de instituto cuarentón con una niña de 15 años? ¿Qué hubieran dicho la televisión, los diarios, las revistas? Probablemente en lugar de un amor eternizado por la poesía hubiéramos fabricado un escándalo barato y mayúsculo). Y calles serenas y silenciosas. Y un bar, sí, que nunca falta en España, donde descansar un rato, tomarse "el cafetito" y comprar unas yemas bañadas en chocolate y mantequilla de Soria, que finalmente el gusto también es un sentido muy evocador.
Así que después de un paseo breve pero intenso, dejamos Soria atrás. Para llegar a Bilbao deberemos remontar esas montañas que se ven nevadas y después bajarlas del lado riojano. Un paso; la última etapa del camino. Pero antes de irnos intentaré mostrarles más fotos.

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Alicia, el pueblo en el que comimos se llama Almazán, nombre de resonancias árabes, pero reciamente soriano y castellano por tanto. Hermoso pueblo con importantes restos medievales: murallas, templos, calles estrechas....etc. Dada la premura del tiempo, no lo visitamos y es que, aunque no lo parezca, España no es país pequeño: ¡¡¡VIAJE A PIE Y SE CONVENCERÁ!!!

El lliunés.

25/4/06 13:10  

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