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Nombre: albertiyele
Ubicación: Palma de Mallorca, Illes Balears, Spain

12 abril 2006

Amarillo a las genistas

Lamento no ser pintora. Es triste no ser pintor en Mallorca, como debe ser triste ser mudo en Italia (o no tener manos, que viene a ser más o menos lo mismo). Por eso, por los colores de maravilla que la primavera le está poniendo a mi isla, interrumpo el relato del viaje, que prometo que seguiré.
Cada época del año, que acabo de verlas todas (ahora, en estos días, hace un año que vine a ver a Rubén, en la plena primavera del año pasado; volví ya con los chicos en el verano ardiente, ay, y qué ardiente; pasé el otoño, el invierno, y estoy dando la vuelta completa, el eterno retorno), tiene sus colores, que parece que explotaran. Los mallorquines se quejan de que su entorno se ha estropeado mucho en los últimos años, con tanta gente (que venimos siendo nosotros, claro) y tanta edificación para albergar a tanta gente; sin embargo siguen teniendo mucha naturaleza bellísima a disposición, y la verdad es que la cuidan bastante. Digamos que visto de afuera se ve distinto.
Como Rubén está haciendo guardias en Alcudia, que es exactamente el otro lado de la isla, lo llevo a la mañana temprano y al día siguiente, después de dejar los chicos en la escuela, lo voy a buscar. Y de paso recorro, y miro. Ahora el campo está muy verde, y los colores que predominan son el amarillo y los tonos de azul: están en flor las "genistas" de las que habla Serrat en su Mediterráneo ("les pondré verde a los pinos y amarillo a las genistas", ¿se habían dado cuenta? ¿o les pasó como a mí que me avivé de lo que decía después de años y años de escucharla y hasta de cantarla?) ¿Que qué son las genistas? Ah eso debería ser otro precio! Pero es muy fácil: son nuestras retamas. Y ahora viene lo que quería decirles, en realidad. He notado que hay muchas plantas, árboles, plantitas de esas medio insignificantes, que parecen muy modestas, casi nos pasan desapercibidas, como si no estuvieran. Pero resulta que llega un momento determinado del año y florecen, y entonces aquello que casi no habíamos mirado se convierte en un milagro de color, un estallido, un espectáculo perfecto, increíblemente perfecto. Así pasó en febrero con los almendros, que pintaron la isla entera de blanco, de un blanco resplandeciente y con un matiz rosado; y yo me di cuenta entonces de la cantidad de almendros que hay, porque hasta ese momento aquellos árboles no eran casi nada para mí. Ahora están en flor las retamas, y las margaritas silvestres, que forman verdaderas matas de flores elementales y amarillas (quizás de todas las flores la margarita sea la más flor, en la que uno primero piensa cuando piensa la palabra flor; y además yo tengo algo especial con las margaritas: cuando estaba en segundo o tercer grado yo fui una margarita; en un acto escolar, de aquellos de disfraces y recitados y padres de traje haciendo de público emocionado, a mí me tocó ser entre todas las flores la margarita; recuerdo todavía la textura del piqué blanco del vestido en la piel, el roce del alambre que me sostenía aquellos pétalos enormes en la cabeza, la molestia de caminar con unas zapatillas de baile que antes jamás había usado; recuerdo las caras de mis compañeras, tan queridas, con sus disfraces de rosa, de clavel, de jazmín. Ah la infancia, y la escuela! El patio de mi escuela, el escenario de maderas ásperas y polvorientas, las voces y las risas de mis compañeras. Entre las cosas que yo hubiera querido no tener que dejar están las fotos de mi infancia. Un día me reuniré con ellas; quizás un día me volveré a reunir con ellas) , y las lavandas, de un azul violáceo. Y los almendros, que hace nada eran un estallido de motas blancas en el campo, ya han perdido sus flores y ahora están verdes y colmados de frutos, que en un mes madurarán.
Las plantas no compiten, no se pelean a codazos por llamar la atención; saben que a cada una le llegará su turno de lucirse, y cada una se va apagando para que se encienda otra, para hacerle un lugar en la mirada. Y entre todas nos hacen la vida más bella y nos van marcando los ciclos de las cosas, lo que nace, brota, se muere y vuelve a empezar cada vez.
También de las plantas tenemos mucho que aprender.

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