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Nombre: albertiyele
Ubicación: Palma de Mallorca, Illes Balears, Spain

17 marzo 2006

Mis clases de catalán

Ya les conté que empecé a aprender catalán. Por nada en especial, ni siquiera porque piense que alguna vez en la vida me va a servir para algo, porque no me va a servir: con cualquier persona con la que pueda comunicarme en catalán me podría comunicar exactamente igual en castellano; para leerlo no hace falta que lo estudie mucho ni que vaya a ninguna clase, porque se lee bastante fácil.
Es sólo un gusto; un interés por saber en qué se convirtió el latín cuando se hizo esta otra lengua; encontrar sonoridades parecidas, descubrir raíces que se conservaron acá y se perdieron en castellano o portugués o francés; ver cómo las palabras, esas piedritas preciosas, esos hilos de agua clara y fresca, se abrieron paso como pudieron entre la gente. Y descubrir cómo palabras o raíces, que son pedazos de palabras, muy antiguas, que parecían ya muertas y olvidadas, un día cualquiera aparecen de nuevo, porque están vivas, muy vivas, allí guardadas en algún lugar, esperando para crecer y volver a significar algo, a nombrar algo.
Las lenguas tienen algo de mágico, algo de maravillosamente mágico; todas las palabras, hasta las que parecen más banales, tienen una dignidad de siglos y una funcionalidad de instrumento muy nuevo. Y magia, mucha magia: que un descendiente de indio azteca, un mulato, un asturiano, digan cualquier cosa, mano, rojo, almendra, y reflote allí un sonido que lleva siglos, que viene desde el fondo de los tiempos y de las civilizaciones; que fue y vino y circuló y se hizo un lugar, un lugar imprescindible, es absolutamente mágico. Las lenguas son tesoros que cuidamos poco; como las piedras de las catedrales, como los monumentos de la Antigüedad, como los cuadros valiosos, deberíamos preservar las palabras que los humanos creamos y usamos hace siglos; usarlas con cuidado, con amoroso cuidado, porque las palabras también se gastan, se degradan, desaparecen, como cualquier otro producto cultural. Y no nos pertenecen; sólo somos inquilinos de la lengua; tenemos derecho a usarla, pero no a reventarla, a maltratarla, a dejarla en estado de calamidad. Fue de nuestros mayores, y deberá ser de los que vengan después de nosotros, nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos.
En fin: mis clases de catalán a veces se ponen moviditas. Creo que ya les conté que aunque se trata de un curso de catalán para extranjeros, los extranjeros de verdad somos muy pocos. La mayoría, la amplia mayoría, son españoles peninsulares que viven aquí y a los que por alguna razón burocrática se les exige que tengan un determinado nivel de esta otra lengua oficial. Y la verdad es que esos españoles van al curso con bastante mala leche, porque sienten que los obligan y eso siempre cae muy mal. Y porque aquí, en Mallorca, también se está librando la "guerra de la lengua". Los catalanes están usando, para mí modo de ver con un pésimo criterio, la lengua como un arma, y en nombre de la defensa del catalán están mostrando lo peor de lo que los humanos somos: xenófobos, perseguidores del prójimo, delatores, un asquito. Por supuesto que no son todos, pero son muchos, y sobre todo tienen mucho poder. Hay en Cataluña un movimiento político de un nacionalismo exacerbado que no es bueno, que asusta un poco, y que está logrando que los catalanes sean mirados con muy poca simpatía por el resto de España. Una lástima; y no sé cómo terminará.
La cuestión es que mi libro de catalán parece mucho un libro de adoctrinamiento:"Jo sóc d´Alemanya, jo sóc alemany; jo sóc de Buenos Aires, jo sóc argentí; jo sóc de Londres, sóc anglés; sóc de Madrid, sóc espanyol; sóc de Mallorca, sóc català." Y en la primera página, a todo color, el mapa de los "Països catalans": un pedazo de Francia, Cataluña, Valencia entera, un pedazo de Aragón, las Baleares enteritas y hasta un pedazo de Cerdeña, perfectamente dividido el territorio en provincias y municipios, y bien señaladita la capital: Barcelona, por supuesto.
Las caras de mis compañeros se tuercen , se amoratan, se descomponen; y la semana pasada, mientras estudiábamos los gentilicios e íbamos repitiendo de a uno ese "jo sóc argentina, jo sóc equatorià, jo sóc francesa" uno, uno de los tantos que dijo "jo sóc espanyol" le preguntó al profesor, que es un muchachito muy joven, mallorquín, precioso y muy agradable, qué era él. Yo me saqué los anteojos de ver de cerca, le puse el capuchón a la lapicera, me agarré de los apoyabrazos de mi pupitre, y me preparé a presenciar la batalla campal. Algún día, pensé, tendría que pasar. "Jo sóc català" dijo el buen David. Y para qué lo habrá dicho. Se acabaron los tartamudeos en este idioma apenas balbuceado y cada uno volvió a la lengua en que mejor se defiende. Una madrileña que tengo sentada adelante y que es pura espuma madrileña, muy joven también, le espetó como para abrir fuego liviano: " tú eres lo mismo que yo; ya me gustaría a mí ver tu DNI a ver qué dice que eres". "Pues sí", dijo David, el profe, "mi documento dice que soy español, pero yo me siento catalán." "¿Y cuál es la diferencia?" saltó una norteamericana que es mi compañerita de banco. Simpática, viva, una mujer ya grande, casada hace 30 años con un valenciano y madre de hijos españoles, la johnie tiene el asunto clarísimo. "Bueno", se atajó David, "cuestiones culturales, históricas..."
No lo dejaron ni terminar. En dos minutos la clase se había convertido en un griterío de quejas y reclamos, de jotas y eses que sonaban como latigazos, los pocos no españoles del aula a un costadito, mirando el espectáculo. Lo último que alcancé a distinguir en el despelote fue una castellana de Valladolid que gritaba "es que yo puedo sentirme Juana de Arco y por eso no seré francesa sino loca perdida; uno es lo que es, no lo que siente que es".
Por suerte la clase terminó, los ánimos se apaciguaron y a la clase siguiente no repasamos, y supongo que no repasaremos ya nunca más, los delicados y filosos gentilicios. Pasamos a las fórmulas de tratamiento, y a cómo se pregunta la hora y a los nombres de los embutidos, que siempre es más tranquilizador.
Pero me parece que esto de los nacionalismos recién empieza. Han salido a pasear fantasmas muy antiguos por España, y quién sabe cómo y cuándo terminarán sus paseos.

2 Comments:

Blogger Joaquín Lucio said...

Este para mi gusto, fue hasta ahora, el mejor comentario que hiciste de todos en este blog. Me gustó mucho mucho, y me imagino los gritos cuando el profe dijo que era catalán. Hablando de catalán, ayer en el vasco fermín me comí una crema catalana que estaba buenisima, jeje.
Un beso grande para todos, los extraño!!!!

22/3/06 15:17  
Blogger albertiyele said...

Te quiero mucho, bomboooooon!!!!! Bombonazo!!!!!!

22/3/06 18:40  

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