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Nombre: albertiyele
Ubicación: Palma de Mallorca, Illes Balears, Spain

06 marzo 2006

Mi planta


Cuando llegamos, allá por junio, a la que sería nuestra nueva casa, encontré en el balcón dos macetas. Una, enorme, con un ficus ya convertido en arbolito que Rubén había acamalado desde uno de los dormitorios. En la habitación que sería el dormitorio de Perico había, instalado, un comedor de diario y allí había cumplido el ficus "funciones decorativas". Para arrastrarlo desde una punta a la otra de la casa Rubén había apelado a viejas mañas de ingenio argentino: subió la maceta arriba de un felpudo grande, y después todo fue coser y cantar; o arrastrar y chiflar, en fin. La cuestión es que yo encontré el ficus ya ubicado en el balcón y por cierto, enfermo. Las hojas cubiertas de una pasta gomosa, como un pegamento chicloso, las lavé con un algodón mojado en agua jabonosa una y otra vez, un día y otro día. Lo que fuera que tuviera, esa goma pegajosa se le fue; y está pasando el invierno, el pobre, bajo amenaza de ser podado al ras si no termina de componerse. Se lo ve debilucho, medio como desplumado, no sé qué pasará con él.
La otra era una maceta bien distinta. De plástico, chiquitísima, casi un manojo de tierra endurecida y reseca, volcada en el suelo, con el esbozo de una ramita escuálida que parecía algo así como un yuyo que había logrado sobrevivir a la debacle del abandono y el olvido. La dejé allí por el envase. Con mi manía de andar haciendo brotes casi de cualquier cosa verde que encuentro, me suele pasar que después no sé dónde poner las plantitas de esos brotes cuando todavía no son plantas para ubicar en un lugar definitivo. De vez en cuando, cuando me acordaba, entre limpieza y limpieza de las hojas del ficus, le echaba algún chorrito escaso de agua.
El balcón, en aquellos días de verano ardiente y recién llegado, fue un lugar muy conversado. Cada noche nos sentábamos allí, medio desnudos, transpirados, las patas apoyadas en la baranda, a charlar, a contarnos las penurias de las soledades que habíamos pasado (él aquí, yo allá) como en una especie de competencia del dolor y la ausencia; a discutir, muchas veces; hasta a llorar, como corresponde cuando uno acaba de dejar su vida entera detrás de un océano de 12.000 kilómetros.
Y mientras tanto el yuyito estaba allí, testigo de tanta cosa y tanta palabra perdida en un balcón de la noche de Palma. No tengo ni idea de cuándo fue que me di cuenta de que le estaba apareciendo una hojita verde, muy verde, verde oscuro. Aquello, definitivamente, no era un yuyo. A medida que asomaba la hojita iba tomando una forma como de corazoncito verde, y se le iban delineando unas nervaduras finas, más claras. Para el final del verano aquella planta-cómplice ya tenía decididamente dos hojas, e iba a más.
Pensé que era momento de darle una mano, ya que la pobre había hecho el esfuerzo sobrehumano (debería decir sobrevegetal, pero suena rarito) de sobrevivir al abandono de quien fuera su dueño, a mi desidia y casi mi desprecio, ocupada como estaba en esos días por sobrevivir yo también; a los rigores de un verano de infierno, a ese envase minúsculo e inapropiado para ninguna planta, a una pobre tierra endurecida y escasa. A todo. Evidentemente se había ganado a pulso el derecho a vivir, fuera lo que fuera aquella planta, y ahora me tocaba a mí darle una oportunidad de mostrar hasta dónde podría llegar con un poco de envión.
Me fui al Carrefour, compré una maceta más grande, muchísimo más grande comparándola con la que hasta entonces le había guardado la vida y las dos hojas, y una bolsa de tierra. Y allí fui al rescate vía trasplante. Ya bien entrado el otoño lo que fue nada, terrón de tierra reseca, yuyo, hoja que asoma, dos hojitas con forma de corazón, era ya una planta hecha y derecha.Y era un ciclamen, violeta de los Alpes, como quieran llamarlo. La maceta del Carrefour, que parecía tan desproporcionadamente enorme, resultaba justita, casi estrecha. Las hojas verdes, oscuras, eran montones; y fuertes, saludables, recias, colmadas de vida.
Y hete aquí que en los canteros de las calles de Palma empezaron para esa misma época a renovar los ejemplares. Y por todas partes aparecieron robustas y floridas plantas de ciclamen, fucsias o blancas, de a montones y en plena floración. Y llegó el invierno, llegaron Joaco y Julieta, Cris y Bocha y Josefina, y mi plantita seguía allí, enrostrando el viento y el frío y la lluvia y los días cortos, viva, vigorosa, desbordando la maceta con hojas... pero de flores, nada. Empecé a pensar que quizás fuera mucho pedirle que después de tanta desventura no sólo hubiera logrado vivir, sino que además floreciera.
En enero parecían asomarle unos ramitas con un cierto color en las puntas; quizás, seguramente, fueran flores; quizás mi planta por fin me daría flores. Pero se fueron Cris y Bocha y Josefina; cumplí años; se fueron Joaco y Juliette, y las flores seguían sin aparecer.
Hace dos semanas abrió una; a los dos o tres días, otra. Y desde entonces le han aparecido tantas que ya ni se las cuento; y sigue llena de pimpollos y de flores blancas pese al frío, a la nieve, a los vientos que ayer por ejemplo fueron como de huracán (130km/h). Y le he sacado una foto para ponerla en el blog y mostrarles lo que pueden las ganas de vivir y alguien que te ponga un poco de viento en la camiseta (que dice mi amiga la Oriental, y a mí me encanta).
Cuando pase el inverno, que pasará como ha pasado lo demás, cuando se le acaben las flores que me da con una generosidad de planta, volveré a trasplantarla. Se merece una maceta más grande, y hasta con cierta alcurnia. Y confío en que pase conmigo otro verano ardiente, en que sepa esperar el clima que le gusta y que mejor le sienta; y en que cuando llegue el momento, vuelva a florecer.

4 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Np quisiera parecer una madre, pero...Te lo dije!!! y no me creiste, estaba llena de pimpollitos cuando yo me vine, me alegra mucho que tu palanta-complice te haya dado una muestra de lo que puede hacerse con ganas de hcer. Tu unica hermana.

8/3/06 11:05  
Blogger albertiyele said...

Sí, con ganas de hacer. Y un empujón, no lo olvides, mi única hermana. Y un empujón del ¿destino?. No sé. Lo que sé es que a veces de tan brutal más parece una patada en el mismísimo que palmadita en el hombro.

8/3/06 12:17  
Blogger Joaquín Lucio said...

Hace como 1 mes que está esto de la planta, cuando te vas a dignar a actualizar un poquito???
Por acá todo va bien, hoy empezé la facultad, cursé filosofía y calculo que va a ser bastante densa, pero supongo que sobreviviré. Hoy hizo mucho calor y encima en la facultad esa de mierda hacía el doble de calor que afuera, pero bueno. Ahora en un rato me voy a comer a la cervecería porque es el cumple de mauri lapeña y nos juntamos ahí a comer. Bueno, les mando un beso grande a todos y los extraño mucho.

13/3/06 20:01  
Blogger albertiyele said...

EMPECé, nene, empecé, con ccccccc. Mucho Mauri y mucha cosa, pero a tu santa madre no la llames, ehhhhh. Mañana te llamo porque hay noticias interesantes de Bencho

13/3/06 21:11  

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