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Nombre: albertiyele
Ubicación: Palma de Mallorca, Illes Balears, Spain

13 febrero 2006

La Seu


Ahí tienen una foto (que sacó Perico) de la Catedral de Palma ( La Seu) vista desde el Paseo Marítimo. Los árboles que se ven ahí abajo, y el gran surtidor de agua, forman parte de lo que se llama el "Parc de la mar". En realidad todo eso, incluído el Paseo Marítimo desde donde la foto se sacó, que es una avenida de doble mano, la entrada casi obligada a Palma si uno llega en avión, es terreno ganado al mar.
Hasta la década del 60 (sí, hace cuatro días) el mar llegaba hasta la muralla de la vieja Palma, o mejor dicho hasta lo que queda de muralla, que es justamente la parte que está pegada a La Seu. A finales del XIX los sanitaristas (médicos, tenían que ser médicos para tener esa sensibilidad, esa sutileza en sus conclusiones) decidieron que la peste que asolaba la ciudad (que no tengo idea de qué peste se trataría, pero bien pudo ser de gripe, por ejemplo, que por estos pagos hizo estragos) se debía sobre todo a que por esas callejuelas no corría el aire. Y es verdad que el casco antiguo tiene unas calles tan estrechas, casi pasadizos muchas veces, que hasta pareciera que por allí no puede pasar ni el aire, que como todos saben y los neumonólogos suelen recordar en tren de sorna, es muy finito. ¿Y cómo solucionar la falta de aire? ¿Cómo airear esa ciudad desesperadamente estrecha y cerrada? Pues fácil: volteando la muralla que la rodeaba y la ceñía como a una fortificación. Y pico y pala en mano, se cargaron la muralla que ya habían empezado a construir los moros antes del siglo XIII (que fue cuando llegó el buen Rey Jaime a traerles cristianismo y palabras catalanas y más y renovada muralla, y que curiosamente no era catalán sino aragonés, como mi abuelo) . Ningún problema. Quedaron algunos restos, entre ellos el que protegía La Seu; se ve que por compasión o por prurito histórico, vaya a saber, dejaron aunque sea para que las generaciones futuras se enteraran de que alguna vez Palma había sido una ciudad asediada y en peligro, y esmeradamente custodiada, como cualquier otra en la Edad Media.
Pero el tiempo pasó, llegaron los prósperos y turísticos 60 del siglo XX, y los mallorquines llegaron a la conclusión de que no sólo necesitaban más aire, como habían pensado sus tatarabuelos, sino más caminos para que circularan más autos, para que los turistas llegaran más fácilmente al centro de la ciudad, lo que significaría más empresas de alquiler de autos (llegar en auto a Mallorca tiene sus vueltas, no se crean, y miren que yo, con la fobia que les tengo a los aviones me lo tengo muy bien estudiado), más restaurantes en Palma, más hoteles, más bares y cafés, más negocios, más dinero, en fin. Y como espacio aquí no es precisamente lo que sobra, y ya tenían muy poco para cargarse (o eso parecía, porque desde los 60 para acá todavía encontraron mil y una forma de meter asfalto y cemento hasta en los lugares menos imaginables), se les ocurrió que en lugar de hacer caminos sobre la tierra, podían sacarle un poquito al azul Mediterráneo, que total también es de ellos y no tienen que pagarlo. Así que se mandaron un relleno monumental, diseñaron un parque gigantesco al pie de la muralla y de La Seu, y una avenida que bordeara el mar, encima de donde hasta entonces habría seguramente arenas blancas o rocas majestuosas. Pero resultó que el Mediterráneo tiene sus caprichos, y parece mansito pero a veces se retoba, y entonces agarró y se les metió una y otra vez adentro de lo que en los planos era el parque con pastito y árboles. Rendidos ante la evidencia, los mallorquines se conformaron: en lugar de parque con yuyos, tendrían una especie de gigantesco estanque: el Parc de la Mar, y listo.
La catedral es imponente de afuera; se ve casi desde cualquier rincón de Palma, e incluso desde muy lejos, desde las sierras, se divisan las agujitas góticas, finitas, altísimas. Y de adentro tiene rincones fantásticos: entre otras cosas una reforma hecha nada menos que por Gaudí. Eso sí: para visitarla hay que pagar entrada (8 euros) o aprovechar y colarse en el horario de Misa. Hice ambas cosas, y disfruté dos veces.