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Nombre: albertiyele
Ubicación: Palma de Mallorca, Illes Balears, Spain

15 diciembre 2005

Las uvas de la Noche Vieja

Cuando yo era chica (no tan chica, en realidad ya bastante grandulona, pero ahora que me voy poniendo vieja me recuerdo a mí misma entonces y me parece que era una niña. La comparación, vio?) y durante muchos años, pasábamos la fiesta de fin de año en un restaurante de Mar del Plata que se llamaba Los Vascos. Era chiquito y con aspecto de bodegón, y estaba regenteado por su dueño, un vasco viejo y también chiquito que le sacaba jugo al negocio a un lado y otro del Atlántico: los veranos australes allá, los inviernos australes acá. Allí año tras año aprendí a tragar uvas al ritmo de las doce campanadas, tradición española que en mi casa nunca se había seguido. O para decirlo mejor: a llenarme la boca de uvas a medio masticar hasta terminar atragantada de uvas y con una cierta sensación de inutilidad y de infortunio. Lo uno porque al terminar la ceremonia siempre descubría que la única infeliz de todo el restaurante que no podía ni besar a la familia, los cachetes inflados de pellejos y semillas y carnosidades de uvas, era aquí la servidora. Lo otro porque las uvas tragadas supuestamente tenían el poder de otorgarle buenos designios a cada uno de los meses del año que empezaba. Así que siempre me esforzaba en recordar en qué mes había empezado yo a acumular frutitas en la boca (¿el 4? ¿el 5? seguramente no más que eso) sin poder tragármelas, para ir previendo a qué altura del año me llegaría la tan temida mala fortuna.
Y hubo un año, el comienzo del 79, que pasé la noche de fin año en Madrid. Andaba entonces por los veintipico, había venido en un viaje inolvidable, con una amiga también inolvidable, y por consejo de un joven medio borracho decidimos que empezaríamos el año en la muy madrileña Puerta del Sol, donde supuestamente "cogeríamos a toda España". "Id a la Puerta del Sol que allí cogeréis ricos y pobres festejando; cogeréis a toda España", nos prometió el mamado (después, bastante después, aprendería que los alardes envalentonados de los hombres no merecen ningún caso, y mucho menos si te los dicen en medio de una mamurria que les traba la lengua y la sesera; pero en fin, eso será otra historia). Lo que sí cogimos fue un fresquete memorable, una borrachera de sidra tomada del pico de la botella que ni les cuento, y la ya famosa ceremonia de las doce uvas bajo el cielo estrellado de Madrid, con multitudes, eso era verdad, de ricos y pobres más o menos igual de borrachos que nosotras dos.
Hace ya unos días que me viene rondando la idea de que este año otra vez, después de muchos, voy a tener que ejercitarme en la deglución veloz y angustiante de uvas, que además no es que me gusten demasiado. Pero hoy encontré, por fin, la solución. En el supermercado de El Corte Inglés de Jaime III,que es el más chiquito pero el más paquete (mis hijos ya le dicen "pijo", yo prometo formalmente que no lo diré nunca) y el que me queda más cerca además. (Y ya que empecé a poner paréntesis y me agarra justo en el supermercado, añado: escucho lamentos teléfonicos de mi madre sobre el precio de la carne en mi Buenos Aires querido. No sé si les servirá de consuelo, pero quizás sí de explicación: 25 euros (hagan cuentas, hagan cuentas) el kilo de solomillo de ternera (lomo bah). Me parece que es muy probable que los productores de carne argentinos estén mandando para acá buena parte de nuestras criollas vaquitas, que después de todo son ajenas, no lo olviden. Las nuestras, desde siempre, son las penas. Y les cuento que aquí hay carne argentina, hasta la empaquetada al vacío de Cabaña Las Lilas, a la que, como imaginarán, ni me animo a mirarle el precio por miedo a ponerme a aullar allí mismo, en medio de la carnicería del Corte Inglés más paquete de Palma, que quedaría horrible) Y sigo: venden unas latitas chiquitas, facilísimas de abrir, con exactamente 12 uvas en almíbar, sin piel, sin semillas, y sospecho, por el tamaño de la lata, que minúsculas. Eureka! Ah lo que es el primer mundo che! Cómo te resuelven los problemas profundos de la vida! Lo que es la tecnología del envasado! ¿Y será que lo de la prosperidad no quedará un poco diluido en el almíbar, y empequeñecido y como mezquino por el tamaño de las uvas, digo yo? En fin, al menos me las podré tragar sin tanto esfuerzo. Salud! Salud y pesetas!

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