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Nombre: albertiyele
Ubicación: Palma de Mallorca, Illes Balears, Spain

27 noviembre 2005

La música

Anoche hemos tenido una velada musical. Fuimos a ver, a escuchar sobre todo, la actuación de un coro, Capella Mallorquina, que parece que es tradicional en Palma. Fundado en 1966, tiene alrededor de 40 integrantes, y ha hecho actuaciones por medio mundo. Ayer actuaba en la iglesia de San Nicolás, y cerraba la semana de festejos de Santa Cecilia. Así que leímos en el diario que estarían, y allá fuimos. La iglesia estaba repleta de gente, y empezaron puntualmente a las 8 y media. El coro actuaba acompañado por un cuarteto de cuerdas, el Quartet Balear, y una soprano como solista, una argentina, Gloria Berón. El programa era evidentemente de música sacra, y seguía el rito de la Misa. El Gloria de Vivaldi, el Aleluia de Emilio Solé, un fragmento de la suite nº 3 de Bach de Offertorium, el Sanctus de Schubert y así. Entre esos monstruos de la música, el Kyrie de nuestra Misa Criolla, de Ariel Ramírez. Ah y cómo conmueve escuchar a uno de los nuestros allí; unas ganitas de ir banco por banco en la multitud de la iglesia diciéndoles a todos "ese es mi compatriota, ese es argentino como el mozo del bar, como el guardavidas de la playa en el verano, como el lavacopas del restaurante, como la vendedora del Corte Inglés, como yo, como tantos", mientras repiten el coro y la voz argentina de la soprano Cordero de Dios, ten piedad de nosotros.
Y qué poder de conmoción y de comunión tiene la música; qué silencio, qué fervor, qué deleite que provoca la música. De todas las artes me parece que es la que va más directo a la pura emoción. Para disfrutar no hace falta nada más que oír, y es casi imposible no oír, porque la música envuelve, fascina, demuele. Y qué maravilla son los coros cuando suenan bien; qué maravilla que con sólo voces humanas aunadas y entrenadas se pueda crear algo tan bello, y que todas las voces, cada una con su timbre, con su brillo, con su color, sean a la vez necesarias y prescindibles; una verdadera muestra de trabajo humano, de capacidad humana de crear belleza con sólo reunirse y trabajar todos para lo mismo. Una gran lección la música, y el coro.
A eso de las 10 de la noche estábamos en la calle helada; volvimos a casa caminando por las calles angostas de la Palma antigua, casi desfiladeros de piedra entre casonas cerradas a cal y canto, nuestros pasos resonando en la noche. Agarraditos del brazo, todavía sacudidos por las voces del coro, caminamos con el frío en la cara y en las manos y una tibieza en alguna parte del cuerpo que no acierto a definir; quizás sea el alma.

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